Hablar de Madrid en junio es hablar de libros, de calor y de gente³. Me había embarcado este fin de semana en un viaje relámpago a la metrópoli con la intención de ir a la feria del Libro en El Retiro, cosa que hice directamente desde el aeropuerto al llegar el viernes temprano. Interminable fila de casetas libreras que recorrer, gente y sol, mucho sol. Los toldos de las casetas ayudaban algo, pero no demasiado. Al final tuve que buscar uno de los caminos paralelos y sentarme en un banco a la sombra. Pertrechado con mis compra de dos únicos libros, me senté un buen rato hasta coger fuerzas para continuar lo poco que me quedaba por ver y emprender, paseando, el camino hacia el hotel bajo el sol. Menos mal que ya no salgo sin una gorra, que siempre va dentro de la mochila porque nunca se sabe, pero aunque ésta no iba muy cargada -para dos días, ya supondrán-, de llevarla pegada a la espalda acabé sudando en un tris. Así, mochila en ristre llegué al hotel tras haber hecho una parada para comprar un par de sándwiches, registro y a la habitación. Ducha reparadora, almuerzo frugal y algo de descanso antes de volver a la calle.
El centro de la ciudad es ya, literalmente, un hervidero cualquier día del año. No hay que pensar en algún puente o en las Navidades, que logra multiplicarse el gentío, algo que es difícil de creer viendo la cantidad de gente en las calles un fin de semana de junio. Si Manhattan o Venecia fueron el ejemplo de ciudades desbordadas, ya no hace falta ir tan lejos, España tiene la suya propia. Pasos de peatones abarrotados, una Gran Vía atestada, la Puerta del Sol grávida, manifestaciones, grupos de niños, colas para entrar en las tiendas de moda de Fuencarral; y como una cosa lleva a la otra, mendigos y homeless, en cualquier esquina.
Sabido es lo caros que están los hoteles, aunque para eso no hace falta ni siquiera volar a Madrid. Invertí en casa una buena tarde escrutando precios de hoteles y finalmente me decidí por uno que ya conocía, céntrico y a buen precio. Un buen lugar desde donde salir a pasear y con una enorme oferta para comer, aunque me decidí por restaurantes asiáticos baratos y los sándwiches de Rodilla para los almuerzos frugales.
Los paseos por Madrid, si logramos abstraernos de la gente, son una gozada. Como muchas de las grandes ciudades con Historia, cuando uno camina con ojos curiosos descubre cosas nuevas en cada ocasión, aunque haya visitado las mismas calles en numerosas ocasiones. Una iglesia perdida, una placa medio escondida, graffitis, pequeños jardines, árboles...
Continuó el viaje con mi segundo plan, si bien había escogido este fin de semana porque era el último de la Feria del Libro y para no encontrarme el Madrid infernal de julio y agosto. Me esperaba el Museo Reina Sofía, en particular la exposición "Néstor reencontrado", Esto es lo que dice el museo:
La exposición Néstor reencontrado propone una relectura retrospectiva de la figura de Néstor Martín-Fernández de la Torre (Las Palmas de Gran Canaria, 1887-1938), artista canario que cultivó múltiples disciplinas. Desde la pintura o el mural hasta escenografías y vestuarios teatrales de autores tan destacados como Manuel de Falla o Antonia Mercé y Luque, La Argentina, la muestra recupera más de un centenar de piezas, poco vistas fuera del ámbito insular.Conocido como Néstor, transitó los lenguajes del modernismo, el decadentismo y el simbolismo, desarrollando una obra cuya sensualidad, atravesada por una profunda fascinación por los cuerpos andróginos, desafió los estándares morales más conservadores de su tiempo.El artista nació en 1887 en el seno de una familia acomodada de Las Palmas de Gran Canaria. En 1907 inició una fructífera etapa en Barcelona: frecuentó los círculos modernistas, entabló amistad con Mariano Andreu, Laura Albéniz e Ismael Smith y realizó su primera exposición individual en el Círculo Ecuestre (1908), ganándose el favor de críticos de la talla de Eugenio D’Ors.En 1913 se trasladó a Madrid, donde se relacionó con Valle-Inclán, Federico García Lorca y con un Dalí fascinado por la audacia protosurrealista de su obra. Visitó Londres, París y Bruselas, recibiendo el impacto cultural y estético de la pintura prerrafaelita y de artistas como James Whistler, Gustave Moreau o Franz von Stuck. En los años transcurridos en Madrid conoció al compositor Gustavo Durán, quien sería su pareja durante una década.En 1924 expuso en la capital las primeras piezas de una serie singular que sería central en su trayectoria, el Poema del Atlántico, parte de un ambicioso proyecto dedicado a los elementos. Su prematuro fallecimiento en 1938 truncó el proyecto, dejando inacabado el segundo de los cuatro grupos de obras: el Poema de la Tierra. Estas series épicas de grandes pinturas recogen sus ideas estéticas sobre la fusión de cuerpos masculinos y femeninos. Son composiciones llenas de barroquismo y fantasía en las que se integran con gran destreza algunos componentes propios de la fauna y flora canarias. Impregnadas de un incipiente y personal surrealismo, estas obras incorporan los principios esotéricos de la masonería y el ocultismo, elementos fundamentales en la vida y el lenguaje artístico de Néstor.Al regresar en 1934 a su ciudad natal, asumió el papel de promotor de la cultura e identidad canarias y creó el concepto del «tipismo», como un gran proyecto que englobaba hitos como el diseño y la construcción del Parador de Tejeda o la serie de paisajes Visiones de Gran Canaria (1928- 1934). En estas obras se funden las audaces perspectivas de la Nueva Visión con una óptica idealizada de los paisajes autóctonos de Canarias.
El Museo Néstor de Las Palmas, cerrado desde 2017 -una absoluta vergüenza-, alberga gran parte de la obra de Néstor. Muchos de sus cuadros, como el "Poema del Mar", el "Poema de la Tierra" o sus faunos, son muy conocidos en las islas, además de las pinturas del Pérez Galdós o del Casino de Santa Cruz de Tenerife, entre otras. Nunca entré al museo antes de su cierre pero me enamoraron las pinturas del Casino, las cuales admiraba desde niño, o las que se pueden ver decorando el teatro Pérez Galdós. Tenía tantas ganas de ver la exposición que temía que llegara a defraudarme, pero qué va, ni por asomo, es maravillosa. Desde el primero al último, pasando los mencionados Poemas del Mar y de la Tierra, los cuadros son puro color, pura sensualidad; los retratos verdaderas obras de arte. Un auténtico placer para los sentidos la pintura de Néstor.
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