En estos últimos años de convulsión política, de extremismos extremos, de vergüenza ajena, de corruptos, de puteros, de ladrones, de sinvergüenzas, de intransigentes recalcitrantes, de salvadores de patrias, estos últimos abanderados de la Carta Magna, hartos nos han tenido a todos, estos y aquellos, justificando lo injustificable, o todo lo contrario, con la Constitución en ristre.
La Constitución debe ser la base de la democracia, en esto estaremos todos de acuerdo, al menos todos los que somos demócratas, los que creemos que da igual si eres de derechas o de izquierdas porque todos buscamos el bien común. Ahora, esta misma Constitución no puede usarse a gusto del consumidor: cuando me interesa la esgrimo, cuando no la desprecio.
Como arquitecto municipal desde hace ya muchos -demasiados- años, me encuentro en muchas ocasiones con problemas que no tienen una solución automática, que con las normativas y ordenanzas urbanísticas requieren de cierto cariño en su tramitación, de búsqueda de soluciones poco convencionales, atrevidas (dentro de la ley, siempre), con la vista puesta en el fin que se persigue: ayudar al ciudadano en la medida de lo posible. Ésta es la verdadera función de un funcionario, palabra que proviene del latín "functionarius", que a su vez deriva de "functio", que significa "ejecución, desempeño o ejercicio de un deber"; desempeño del deber de ayudar a los demás.
¿Y a qué viene esto si hablaba de política? Al sentido común, que debe prevalecer en todos los casos, todos, hablemos de política, de economía, de leyes, de la vida misma y hasta de la amnistía a los del "procés".
Hoy hemos sabido que el Tribunal Constitucional ha avalado la ley de amnistía, con la coletilla "por seis votos a cuatro" (de los integrantes progresistas frente a los conservadores). ¿Por qué tienen que apuntillar una noticia como ésta con un comentario político innecesario absolutamente? ¿Por qué lo que votan unos y otros no pertenece al ámbito privado del tribunal como ocurre en los Consejos de Ministros? Recuérdese que en juramento/ promesa de un Ministro del Gobierno se acredita el secreto de sus deliberaciones. Esto de publicitar lo que votan unos y otros, más aún, los que son de un lado u otro, me parece siempre una clara manipulación política que solo busca remover las conciencias y que toda sentencia de aquel Tribunal se critique ipso facto. Ésta, como era de esperar, ya tiene sus consecuencias vergonzantes, esgrimidas por los mismos que han defendido la Constitución a capa y espada.
1. Felipe González anuncia que no votará al PSOE si Sánchez es candidato: "La amnistía es corrupción política".
¿En qué lugar deja este señor al Tribunal Constitucional? De vergüenza.
2. Feijóo considera ilegal la amnistía y dice que sirvió para "comprar la investidura".
¿En qué lugar deja este señor al Tribunal Constitucional? De vergüenza.
3. Ayuso denuncia que la sentencia "blanquea la corrupción de Estado".
¿En qué lugar deja esta señora al Tribunal Constitucional? De vergüenza.
¿Continuamos?
No nos preocupemos de las guerras, de las armas, de la OTAN, no. Sigamos corriendo cortinas de humo que vamos a terminar bien.

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