Trump: por eso lo llaman Supermartes... Historia ya.
Ciudad vacía como cada madrugada, autopista igual, llego a la oficina para empezar este jueves con sabor a viernes, como me gusta, ¡cómo me gusta! Desesperado por llegar a Nueva Villa Augusta a colocar libros y ver cómo va la cocina porque empezaron a montarla ¿ayer? Nos espera un corto pero intenso fin de semana allí desde donde se va al cielo, tres exposiciones y teatro, como mínimo. En lista de espera para una visita guiada a la Biblioteca Nacional, no me han comunicado el hueco, así que deberá ser en otra ocasión. Se prevé frío y lluvia, una pena esto último.
Adiós a "Holly" (Stephen King), magnífico. ¡Hola! a "El murciélago" (Jo Nesbø); ya les contaré qué tal.
Se encontraron ayer dos amigos en una ciudad norteamericana, ambos españoles, al salir del cine; habían acudido cual nostálgicos a un maratón de Harry Potter. Un día completo para revisionar las ocho películas en las que diversos directores llevaron al cine las siete novelas de Rowling. Se sentaron en la cafetería de la esquina, en la misma manzana de la sala, a la manera del cuadro "Nighthawks" de Hopper, pidieron dos cafés y sendos cheesecakes antes de empezar a comentar aquella escena que no le hizo justicia al libro, la oscuridad de las últimas, los personajes más odiosos... Claro que, españoles expatriados ambos, ávidos lectores de periódicos europeos que compensaban el ombliguismo noticiero de Estados Unidos, recalaron en la noticia de la lona desplegada en el centro de Madrid donde se apuntaba el odio del flamante y novedoso partido político VOX hacia unos determinados grupos. Le decía uno al otro: yo, qué quieres que te diga, estoy aterrado, no hago sino recordar lo acontecido en Alemania en los años 30 del siglo pasado. Sí, contestó su amigo, es terrible; fíjate en mi: rojo, gay y ateo, 3 de 3, al paredón seguro. Jajajaja,yo 4 de 4, recuerda que además soy masón.
Y así pasaron la tarde hablando de España mientras se prometían pasar al día siguiente por el consulado para arreglar lo del voto por correo y verse en el siguiente maratón, el de la primera trilogía de Star Wars, la buena.
En ese mismo momento en España, pero con varias horas de diferencia, se cruzaban dos amigos en la calle -ignoro si salían del cine- y, al saludarse, uno comenta ¿has visto la lona de VOX en la calle de Alcalá? Si terrible, pero lo de PODEMOS más. Ay, perdona, acabo de recordar una cita ineludible, ¡hasta otra ocasión!
Me comentaba mi erudita amiga I esta mañana, durante el desayuno, que los musulmanes seguían practicando la costumbre de descalzarse al entrar a las mezquitas. Esto me trajo a la memoria la escena de "Los Diez Mandamientos" de Cecil B. DeMille, cuando Mosés -Charlton Heston-, se encontraba frente a la zarza ardiendo en el Monte Sinaí (Hored) y Dios le dijo que se descalzara.
Y Moisés apacentaba el rebaño de Jetro su suegro, sacerdote de Madián; y condujo el rebaño hacia el lado occidental del desierto, y llegó a Horeb, el monte de Dios. Y se le apareció el ángel del Señor en una llama de fuego, en medio de una zarza; y Moisés miró, y he aquí, la zarza ardía en fuego, y la zarza no se consumía. Entonces dijo Moisés: Me acercaré ahora para ver esta maravilla: por qué la zarza no se quema. Cuando el Señor vio que él se acercaba para mirar, Dios lo llamó de en medio de la zarza, y dijo: ¡Moisés, Moisés! Y él respondió: Heme aquí. Entonces Él dijo: No te acerques aquí; quítate las sandalias de los pies, porque el lugar donde estás parado es tierra santa. Y añadió: Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tenía temor de mirar a Dios.
Creo que, entre plano y papeleo, voy a ver esta tarde, por enésima vez, esta estupenda película.
El Padrino es una de mis películas favoritas de siempre, de hecho la trilogía, una de esa que puedes ver una y otra vez y de la que conoces de memoria parte de los diálogos y las escenas. En éstas y en otras tantas películas sobre la mafia tanto en Estados Unidos como en Italia, incluso en la ópera, como puede ser "Cavalleria rusticana", por poner sólo un ejemplo -ópera que juega un papel importante en El Padrino III-, nos muestran la importancia de la familia.
La vida real, que no es cine aunque lo parezca, te descubre con crudeza qué es la familia y no siempre responde a lo que nos venden desde pequeñitos, ni muchísimo menos. Las hay que sí, para qué negarlo, pero también lo contrario. El humano es así, perdido ante la ambición y el dinero, y ante eso la sangre no puede ni tiene fuerza de combate. Como un rey Lear moderno vemos cómo lo que creímos asegurado se tambalea y en un tris cambia el statu quo de una manera pasmosa. Sucede hasta en las mejores familias, dirían los cronistas cursis en sus ídem, desgraciadamente sin un Vito Corleone que ponga orden en el asunto.
Luego está la otra familia, la que se crea con el tiempo y con paciencia, la que no le viene a uno sino que la escoge, la cuida, la atesora, la riega como a un bonsái, podando esas ramitas feas y dándole forma con los años. Amigos que han estado siempre y que sabemos que lo seguirán estando, aquellos de los buenos momentos e incluso de los malos, los desinteresados, las piezas que completan el puzzle, con los que te irías a una isla desierta. Con esta otra familia uno se convierte en el más afortunado de todos.
Recordé ahora sin previo aviso la mañana que visitamos la playa de Kare Kare en la isla norte de Nueva Zelanda. Maravilloso lugar para ir una y otra vez.
Cada acción conlleva una reacción, he aquí una verdad inamovible, no vamos a contradecir a Newton.
Acabo de terminar de ver la saga de El Padrino, las tres partes. Posiblemente sean mis películas preferidas de todos los tiempos, de las que recuerdo gran parte de los diálogos. En ellas encontramos personajes poderosos y malvados, pero también muchos que pagan por lo que han hecho; nada de castigo divino, no, todo muy terrenal. Uno es pacífico por naturaleza pero, ¡cuántas veces habremos deseado tener un poco de poder como el de Vito Corleone! ¿o no?
He pensado mucho estos días en cómo nos comportamos los humanos cuando llegamos a una encrucijada, a veces importante, otras banal, pero donde hay que tomar siempre una decisión. Éstas van encaminando nuestra vida hacia un lado u otro, nos acercan a las personas y otras nos alejan de ellas. La familia crece o mengua, los amigos se quedan o los alejamos y así sucesivamente. En ocasiones esto se hace duro: la educación, la moral, el complejo de culpabilidad que aparece de golpe, todo esto nos pone freno a actuar de una determinada manera, pero con los años aprendemos a sacudirnos como un perro el agua y a seguir viviendo. Ya somos suficientemente mayores para seguir aguantando ciertas actitudes de los demás, que les den a los ofendidos, a los que están siempre encantados de conocerse, a esos tan estupendos que se creen infalibles, a todos ellos. ¿Que piensan que estoy enfadado y he cambiado? ¡Pues sí, lo estoy, lo he hecho, y con absoluta consciencia de ello!
Tic Tac.
Que se callen los credos y las escuelas, Que retrocedan un momento, conscientes de lo que son y Sin olvidarlo nunca. Me brindo al bien y al mal, me permito hablar hasta correr peligro. Naturaleza sin freno, original energía.
Buenos días. Hoy, como si del enanito viajero de Amélie se tratara, escucho la maravillosa banda sonora de la película sumergido en el levantamiento de un edificio que pretendemos ampliar que me ayuda a pasar el día con la cabeza ocupada entre tabiques, muros y pilares. Como se trata de un proyecto antiguo he de pasarlo a Autocad y esto me lleva un buen rato. Con la cabeza puesta en París y los ojos en la pantalla del ordenador dibujo mientras espero a la hora del almuerzo, hoy preparé mi primer ceviche de merluza, a ver qué tal.
Esta desconocida experiencia vital que compartimos -ya empezamos el día 34º de encierro-, permite revisitar algunos de los placeres más sencillos y placenteros que una casa te puede dar: ver funcionar una lavadora o una secadora, cómo gira la ropa con el agua jabonosa o mientras vuela después. Esta tarde disfruté más que cuando me pongo unos vaqueros recién lavados, ya secos y acartonados (sí, uno es así de rarito), me enfundé unos de esos pantalones de franela dedentrocasa, que diría mi madre, rojos, a cuadros, nada más sacarlos de la secadora, calentitos. Placer de dioses.
Hoy cine, banda sonora de la estupenda película "In the mood for love", del director Wong Kar-Wai, titulada en España "Deseando amar). Con ella de nuevo la música de Ubebayashi, del que ya disfrutamos hace unos días con la banda sonora de "La casa de las dagas voladoras". Esta vez se trata de Yumejis's theme. Disfruten esta joya y ¡feliz sábado!