Nacho Larriba crea Airfit, un programa capaz de sugerir ejercicios personalizados para cada usuario
Rocío Huerta Madrid 22 JUL 2012 - 21:55 CET
Nacho Larriba tenía 16 años cuando empezó a aficionarse a ir al gimnasio. Conocía todos los secretos de esos templos del fitness donde la gente, además de ponerse en forma e intentar perder peso, se mira una a otra disimuladamente para comparar bíceps. “Me di cuenta de que muchas personas no lograban adelgazar. Por un lado, no todo el mundo puede permitirse pagar las mensualidades para ir a un gimnasio. Y, por otro, en un gimnasio no siempre se dice la verdad sobre hábitos saludables por temor a ser juzgado por la falta de actividad física”, asegura Larriba.
Este joven madrileño de 31 años, sonrisa arrolladora y vitalidad espídica, estudió Ingeniería Informática, primero becado en la Universidad de Comillas (ICAI) y después en la Politécnica, pero soñaba con montar su propio negocio. A punto de abandonar la carrera y abrir un gimnasio, su novia Virginia y un profesor de la universidad le animaron a continuar y a llevar a cabo la idea que desde hacía tiempo rondaba por su cabeza: crear un cerebro inteligente que diseñara un programa personalizado capaz de adecuar el ejercicio físico a las necesidades reales de cada usuario.
Tenía la idea, las ganas y unos cuantos amigos que le ayudarían a desarrollar el proyecto, aunque le faltaba algo esencial: dinero. Pero no sería eso lo que le impidiese llevar a cabo su sueño. Así que decidió que si los bancos no le facilitaban financiación, iría puerta por puerta, despacho por despacho, hasta que alguien depositase su confianza en él.
Aprovecharon el material que la universidad desecha, y fueron contenedor por contenedor recogiendo monitores, pantallas, sillas, mesas, CPU. Con eso, y con 3.006 euros, empezó a construir Airfit, una empresa que hoy cuenta con 14 personas en nómina y está valorada nada menos que en cinco millones de dólares (4,10 millones de euros).
Gracias a herramientas como las que facilita Amazon, Airfit consiguió presencia a nivel mundial. Después, los gimnasios se interesaron por este cerebro de inteligencia artificial que es capaz de programar en tres segundos una clase de pilates para una mujer de 30 años embarazada o diseñar una tabla de ejercicios para un hombre de 50 años, fumador y que mantiene una vida sedentaria. Ahora Airfit estudia expandirse hacia el mundo del videojuego, las redes sociales y las aplicaciones de móviles y tabletas.
La de Nacho Larriba es una historia de ambición, lucha y optimismo. “Me han dado con la puerta en las narices 99 millones de veces, pero el otro millón no”, recuerda orgulloso este ya exitoso hombre de negocios, que reconoce que le han intentado comprar la empresa en más de una ocasión pero siempre lo ha rechazado.
Para Nacho Larriba el valor de la compañía que ha levantado con sus propias manos no radica exclusivamente en lo económico, sino también en la satisfacción de ser testigo de su desarrollo, del esfuerzo de quienes han trabajado para su evolución constante y sobre todo en salir adelante en una situación tan complicada como la que hoy se vive en el país.
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