lunes, 30 de julio de 2012

¡QUE VIENE EL COCO!

¿Cuántas veces tuvimos que escuchar lo progresista que era Gallardón dentro de las filas del PP? Pues aquí lo tenemos, un lobo con piel de cordero; por lo menos a Esperanza Aguirre se la ve venir, pero éste engaña...

El riesgo psicológico de Gallardón
Por: Charo Nogueira. 30 de julio de 2012
 
"Lo más progresista" que iba a hacer en la vida, decía el ministro de Justicia. Un progresismo que ha ido en aumento hasta apuntar que ni siquiera la malformación del feto será un supuesto para abortar. Después de que el charco que pisa desde hace meses haya enlodado a diestro y siniestro, Alberto Ruiz-Gallardón trata de recuperar ahora la iniciativa con otra propuesta contestada: para abortar -bajo tutela médica, no vaya a ser que las mujeres puedan decidir solas, como ahora- solo se podrá aducir el daño psicológico. Incluso en caso de violación habrá que argumentar este riesgo psicológico. Si no fuera porque no tiene ninguna gracia, sonaría a broma: ¿No es bastante agresión, para el cuerpo y el alma, una violación como para tener que aducir "riesgo psicológico" cuando una mujer se queda embarazada de su violador? Además de ser víctimas de un delito tan grave, las agredidas deberán argumentar daño psicológico, aunque finalmente serán ellas quienes decidan:

-Buenos días, me han violado y estoy embarazada, así que tengo un daño psicológico que me lleva a abortar.
-Hum, vamos a ver.

Desde La Moncloa han dado un toque al ministro de Justicia para que recoja velas, según fuentes populares. Porque no todo el partido respalda sus planteamientos, aunque la divergencia se lave en casa, como los trapos sucios. Y las encuestas ya le dan un buen coscorrón incluso por parte de sus votantes: se ha convertido en el quinto peor valorado, con un desplome espectacular. Ni siquiera sus votantes respaldan su planteamiento de impedir la interrupción voluntaria en caso de malformación: el 65% lo rechaza, una proporción similar de oposición muestran quienes se declaran católicos.
Ayer domingo, algunas de las más de 200 personas que se manifestaron en Madrid contra el recorte del aborto se quitaban treinta años de encima al retomar lemas que, durante décadas, cayeron en el olvido: "Nosotras parimos, nosotras decidimos", "fuera el aborto del Código Penal". Como si fuera el túnel del tiempo. Pero no lo era. Y había quien se preguntaba por qué, ahora que las cosas van tan mal, se echa leña a este fuego. Quizá habían leído antes a Soledad Gallego-Díaz. "Misógino" era el calificativo más suave que se escuchaba a sobre Ruiz-Gallardón.
El ministro de Justicia, al que Moncloa encargó la reforma del aborto -una cuestión que había estado en manos de Sanidad en la reforma de 2010 que lo convirtió en un derecho en las primeras 14 semanas, lo que permitía realizarlo sin aducir motivos y sin tutela más allá de recoger un sobre informativo y dejar pasar tres días para reflexionar- ha variado sus planteamientos sobre la interrupción voluntaria del embarazo. Tras estrenarse con aquello de que el cambio sería "lo más progresista", empezó a dar pasos en sentido contrario, con el aplauso de las organizaciones antiaborto. Y a hacerse un lío: denunció "la violencia estructural" que, según él, sufren muchas mujeres por el embarazo; luego aseguró, en línea con el nalcionalcatolicismo, que "la libertad de las mujeres es la que hace a las mujeres auténticamente mujeres"... Y ahora, tras haberse opuesto al aborto en caso de malformación del feto, apuesta por el daño psicológico a tutiplén. ¿Cómo van a poder abortar las mujeres solo porque quieran?
El planteamiento del programa electoral era vago: "Cambiaremos el modelo de la actual regulación sobre el aborto para reforzar la protección del derecho a la vida, así como de las menores". Esto comenzó a traducirse en eliminar la posibilidad de que las jóvenes de 16 a 18 años aborten sin conocimiento paterno y por una probable vuelta a un sistema de supuestos. Y miren por dónde vamos. ¿El progresismo era esto?

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