Esta mañana estuve jugando con mis perras durante 20 minutos, antes de salir con la moto a dar una vuelta por la laguna y desayunar con Luis en una nueva cafetería cerca del obispado, en la calle San Agustín. Algo tan simple como colocar un cojín en el suelo y acostarse puede volver locas de contentas a mis perras; es ponerme a su altura y empezar a dar vueltas sobre mi cabeza, lamerme las orejas, la cara, pisarme, saltar por encima... ellas jugando y yo muerto de risa. 20 minutos de algo tan sencillo y tan feliz.
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