La conferencia de Román Morales de anoche fue increíble. Él, de manera amena y modesta, fe relatando su viaje de más de dos años por los ríos de sudamérica para recorrerla desde Buenos Aires hasta el Caribe venezolano de la desembocadura del río Orinoco. El salón de actos del Club Náutico estaba a tope y nosotros, que llegamos con tiempo prudencial para tomarnos un cafecito en la terraza, escogimos un lugar lateral donde se veía muy bien la pantalla de proyección. El salón de actos, una joya dentro de otra joya, el magnífico edificio de Marrero Regalado (foto extraída de la web www.ilovesantacruz.com), prestó su espacio a la conferencia para disfrute de los que estábamos allí durante más de dos horas sin que en ningún momento decayese el interés. Las maravillosas fotografías de los increíbles paisajes y sus gentes, la historia narrada de una forma amena y ágil por el verbo fácil de Román, sus anécdotas que nos hicieron reír hasta en los momentos duros del viaje que convirtió en una novela de aventuras con final feliz, hicieron de la presentación de su libro "Caminos de agua" otro de esos puntos de inflexión que nos ayudan a seguir adelante en este cretino y mediocre mundo.
Decía Román que él había podido realizar su viaje gracias a la generosidad de las gentes ribereñas que lo acogían con los brazos abiertos y que el dicho "El hombre es un lobo para el hombre" en aquellos lares lo entendía como "El hombre es un amigo para el hombre". Ante tanto optimismo ¿cómo no va a pensar uno en la vida que tenemos? Las preocupaciones, el trabajo, las hipotecas, etc., pasan a un segundo plano (¿quizá a un tercero?) cuando uno se enfrenta cara a cara con las otras realidades de este mundo, donde lo material prácticamente no existe y lo único importante es sobrevivir de manera digna, respetuosa. Uno de los personajes que se cruzó en el recorrido era un hombre ya mayor que vivía del trueque, específicamente de cambiar botellas de coca-cola frías -transportadas en cajas de corcho blanco con hielo-, que llevaba río arriba hasta pequeños poblados de pescadores, por pescado.
Román nacíó en 1962 por lo que casi somos de la misma edad. Evidentemente hay un mundo entre nosotros, y yo lo envidio. Envidio su capacidad de decisión, su postura ante la vida, su forma física que le permite estas aventuras, su mente positiva, su comunión con la naturaleza y los hombres, su modestia para contarla, su "juventud"... ¡Qué maravilla poder dejarlo todo, que no a todos, y salir a recorrer esos mundos sin máquinas de fichar, sin mediocridad política, sin jefaturas, sin horarios, sin relojes, sin móviles! El libro lo compré anoche, algo es algo, y lo primero que haré será leerlo con interés.
¡Ah!, otra buena cosa de este tipo de actos, es que uno se encuentra con los amigos, normalmente a los que no se tiene la oportunidad de ver a menudo; siempre se agradece un abrazo o un beso fuera de los entierros.
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