Las Moleskine desembarcan en el parqué de Milán
Los 'míticos' cuadernos de notas de Hemingway y Picasso.
ELMUNDO.es Madrid. Milán. Actualizado viernes 08/06/2012 18:57 horas
Contaba el escritor inglés Bruce Chatwin en su libro 'Los trazos de la canción' (1987) que cuando se enteró de que la fábrica de Moleskine estaba a punto de quebrar compró en la papelería parisina de la que era cliente todo el stock de cuadernos. En ellos, en un momento en el que el papel y puño y letra aún eran intermediarios del proceso de creación (o, al menos, eran más intermediarios que ahora) escribió precisamente esa novela.
Estas libretas, al igual que buena parte de los 'afeites' de escritura en la era de los iPad y los teclados táctiles, conservan en plena forma una mala salud de hierro. Tanto es así que la casa, con marchamo e inspiración milanesa gracias a Maria Sebregondi y al editor Modo&Modo, pero propiedad del fondo francés Syntegra Capital, vinculado a Société Générale han creando un imperio en torno al papel y a la escritura, que ha pasado de facturar 20,8 millones de euros en 2006 a 66,6 en la actualidad, un montante del que más de la mitad, el 56%, procede de Europa, el 30% de Estados Unidos y Canadá, el 9% de Asia y el 5% de Oriente Medio y África. Y que ahora prepara su salida a Bolsa, una concesión al mundo de papel en plena era digital, según informa el diario italiano 'Corriere della Sera'.
"Los cuadernos existían, pero eran objetos anónimos y de producción artesanal", cuenta Sebregondi. "Además de viajera, era una apasionada de la literatura de viajes. Así, en el año 97, mientras leía el capítulo del libro de Chatwin sobre las Moleskine, pensé en los cuadernos como productos ligados al nomadismo contemporáneo", cuenta.
Lo bueno de las reflexiones y decisiones empresariales que tomó en aquel año Sebregondi es que las tomó junto a Francesco Franceschi, el emprendedor que pergeñó en los años noventa 'Palabras de algodón', unas camisetas con mensajes literarios que se convirtieron en objeto de culto para adolescentes.
La idea y su modo de llevarla a cabo, junto con una potente estrategia de marketing que hacía del cuaderno en genérico el instrumento indispensable para artistas como Ernest Hemingway, Pablo Picasso o Vicent Van Gogh, consiguieron hacer de la Moleskine negra con goma un producto fetiche. Su desembarco en el parqué de Milán eleva, pues, al producto casi a la categoría de 'contracíclico': el emblema moderno del 'apunte privado' en la era de la sobreexposición y repetición del pensamiento en las redes sociales.
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