El Congreso envía a Azaña al ‘exilio’
Un busto del presidente republicano es trasladado del salón más noble a un edificio administrativo.
Miguel Ángel Villena Madrid 16 JUN 2012 - 22:07 CET
Cuando se anunciaban mítines de Manuel Azaña, en los años treinta, las tiendas de electrodomésticos vendían muchos más aparatos de radio; y decenas de miles de personas acudían a escuchar sus discursos en campo abierto. Azaña ha sido, incluso para sus enemigos, el parlamentario más brillante de la España del siglo XX. Todo ello sin contar que fue primer ministro en dos periodos (1931-1933 y 1936) y más tarde presidente de la República (1936-1939). Estos argumentos, entre otros, justificaron que el anterior presidente del Congreso, el socialista José Bono, decidiera con el consenso de todos los grupos parlamentarios colocar un busto de Azaña en el vestíbulo del palacio del Congreso de los Diputados, justo detrás de la llamada puerta de los leones, y enfrente de una estatua de Isabel II. “Se trata de un gesto de reconciliación que incluye el claro simbolismo de que en el salón más noble del Parlamento figuren una reina de España y un presidente de la República”. Fueron las palabras que Bono pronunció cuando se instaló el busto el 28 de noviembre de 2011, en las últimas semanas de la pasada legislatura.
Aquel acto culminaba años de reivindicaciones de sectores de la izquierda y republicanos que consideraban inaudito que la memoria de Manuel Azaña, nacido en Alcalá de Henares en 1880 y muerto en el exilio en Montauban (Francia) en 1940, estuviera ausente del Parlamento. Obra del escultor Evaristo Bellotti, el busto de Azaña fue una donación de Izquierda Republicana (IR), partido presidido por el político madrileño en los años treinta y en la actualidad integrado en Izquierda Unida. A juicio de Isabelo Herreros, dirigente de IR, “el Congreso quiere ahora esconder a Azaña. Parece una obsesión del presidente del Congreso, Jesús Posada, y del PP que lamentablemente han secundado en la Cámara tanto Convergència i Unió como el PSOE”. La explicación para trasladar el busto de Azaña le parece a Herreros “peregrina y absurda”.
“Alegan”, afirma Herreros, “razones estéticas, técnicas o de agrupamiento de bustos de políticos ilustres. Lo bien cierto es que han trasladado a Azaña a un edificio administrativo, al otro lado de la carrera de San Jerónimo, sin ningún carácter institucional ni simbólico”. A través de su diputado Gaspar Llamazares, Izquierda Unida pidió el pasado jueves a la Mesa de la Cámara que reconsidere el traslado y el busto de Azaña regrese a su lugar original. Llamazares ha indicado que la decisión se tomó “de tapadillo” y que él no fue informado.
Frente a la solemnidad del vestíbulo del Congreso de los Diputados, el busto de Azaña está instalado, desde el pasado mayo, en un lateral del llamado patio de operaciones del edificio de ampliación, junto a una puerta que conduce a los lavabos, sin ninguna placa que indique la identidad del personaje y en un espacio reservado, por regla general, al paso de diputados, funcionarios y periodistas. Por contraste, miles de personas (jubilados, estudiantes y todo tipo de asociaciones) acuden todos los años a visitas guiadas en el palacio del Congreso donde fue instalado el busto en un principio.
Portavoces de la Mesa del Congreso, órgano de gobierno del Parlamento, declaran que la vicepresidenta Celia Villalobos, del PP, consultó con los distintos grupos el traslado del busto de Azaña y que hubo consenso sobre el tema. “La idea”, añaden estos portavoces, “pasa por instalar en el edificio de la ampliación una galería de bustos de personajes ilustres que incluya una futura donación del Ayuntamiento de Priego de un busto de Niceto Alcalá Zamora, que también fue presidente de la República. El nuevo emplazamiento de Azaña es muy digno y, de todos modos, la Mesa estudiará el recurso de Izquierda Unida contra esta decisión”. La diputada socialista Teresa Cunillera, secretaria de la Mesa del Congreso, admite que dio su acuerdo a la decisión del traslado del busto e insiste en que el edificio de la ampliación resulta muy digno para Azaña. No obstante, matiza que el tema no se trató de modo oficial en la Mesa.
"Tiene su miga”, comenta Isabelo Herreros indignado, “que los retratos de tres presidentes de las Cortes de la dictadura permanezcan en el edificio histórico del Parlamento mientras se envía a Azaña a una sede moderna de ampliación. Es una gota que colma el vaso de nuestra paciencia, porque luego la derecha nos acusa de estar obsesionados con la memoria histórica”.
El busto en su nuevo lugar en otro edificio, junto a los lavabos. / C. A.
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