Anoche me acosté temeroso, no de dios sino de que me diera un calambre como el de la semana pasada que me impidiera dormir. Pero no, la cosa fue bien, dormí como un lirón y esta mañana, cuando sonó el despertador a las 4:15, sólo llevaba despierto dos minutos. La cabeza sabe.
Anoche, antes de irme a la cama, leí el periódico y me dormí pensando en este nuevo atentado en Suecia, la otrora tranquila y acogedora Suecia, así como ese asteroide "cercano" que tiene un 1,2% de probabilidades de chocar con la Tierra en diciembre de 2032 o la otra posible desgracia en forma de gran terremoto en Santorini, donde los vecinos abandonan la isla griega por temor al seísmo. Benditas noticias inductoras al sueño.
Había tenido un día largo, lleno de reuniones variadas y de un "me vengo a enterar ahora". Patético. La cosa mejoró por la tarde, un café largo con amigas poniéndonos al día y un paseíto posterior. Antes había hablado con mi amigo W sobre las vacaciones de este año. Todo en marcha.
Anoche me acosté y dormí, hoy ya es otra cosa.
Me levanto para encontrarme la enésima noticia procedente de Estados Unidos. ¿A ver qué ha dicho/ hecho Trump ahora? ¿Con qué nos sorprenderá esta vez, si es que eso es ya posible? Pues sí, ahora parece que va a tomar el control de Gaza. Su país (el de Trump) “tomará el control” de la Franja, la “poseerá” y demolerá para reconstruirla de forma que se convierta en la “Riviera de Oriente Próximo” en la que vivirá “gente del mundo”, tras desplazar por la fuerza de forma “permanente” a sus habitantes.
EL PAÍS ya tiene su propia pestaña particular para las noticias de Donald Trump, todo un mundo en sí mismo. Si la guerra de los aranceles no era suficiente, ahora le toca el turno a los inmigrantes, a los que pretende mandar de vacaciones al Caribe, preparándoles casetas de campaña por un módico precio en Cuba: su libertad.
¿Cómo se ha llegó a aquello?, preguntará un alumno a su profesora en la clase de Historia del futuro, tras haber estudiado los años 30 del siglo XX, los albores y la 2ª Guerra Mundial.
Me repito, lo sé, pero es el momento de volver a ver la estupenda y premonitoria serie británica "Years and years". La diferencia con lo acontecido en la televisión es que la política oscura se hacía discretamente, casi a escondidas, pero ahora se hace con focos, periodistas y a golpe de redes sociales. Ya la culpa no es del cha-cha-chá, tiene nombres y apellidos.
Ahora soy yo el que pregunto ¿cómo hemos llegado a esto? Pregunto.
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