martes, 5 de junio de 2012

AHORA O EN 2117

El último tránsito de Venus de nuestras vidas
El planeta se cruzará entre la Tierra y el Sol y el final del fenómeno se verá al amanecer, el 6 de junio, desde la mitad nororiental de la península Ibérica. Para presenciar el siguiente habrá que esperar hasta diciembre de 2117. Numerosos observatorios lo transmiten por Internet.
Miguel Pérez Ayúcar 4 JUN 2012 - 22:02 CET
 
El día 6 de Junio de 2012 se producirá un peculiar evento en astronomía: un tránsito de Venus. Venus pasará exactamente entre el Sol y la Tierra, momento en el cual el disco del planeta ocultará parcialmente nuestra visión del Sol. El fenómeno es similar a un eclipse de Sol por la Luna, con la diferencia que el diámetro aparente de la Luna es mucho mayor que el de Venus, tanto que es capaz de oscurecer el Sol por completo, en lo que llamamos un eclipse total de Sol. El delicado disco de Venus tapará aproximadamente 1/30 veces el diámetro solar.
Estos eventos son únicos. ¡Ocurren en pares separados ocho años, con una repetición entre 105 y 120 años! El pasado tránsito fue en 2004, y para ver el siguiente habrá que esperar hasta Diciembre de 2117. El tránsito de 2012 será por tanto el último que veamos.
Sorprendentemente sólo seis de estos eventos han sido observados en la historia humana: los tránsitos de 1639, 1761, 1769, 1874, 1882 y 2004. Podemos destacar cuatro grandes aportaciones que su estudio ha brindado a la Ciencia.
La primera aportación fue la confirmación de las leyes que rigen el movimiento de los astros. Johannes Kepler, descubridor de dichas leyes, predijo por primera vez el fenómeno de 1631, no visible en Europa, y en 1639, Jeremiah Horrocks y William Crabtree realizaron la primera observación documentada de un tránsito de Venus en la historia.
La segunda aportación, y quizás la más relevante, fue el cálculo de la distancia entre la Tierra y el Sol, algo desconocido hasta el momento. En 1678, Edmund Halley propuso un método de paralaje basado en mediciones del momento preciso de comienzo y final del tránsito, desde varios lugares del mundo. Fue tan relevante que impulsó una gran colaboración científica internacional, aun en un tiempo de guerra, con caros patrocinios de expediciones en 1761, 1769, 1874 y 1882: Siberia, Noruega, Canadá, Madagascar, Sudáfrica, Tahití... El tránsito de 1769 fue documentado por el capitán James Cook en la hostil Tahití, desde un fuerte en Punto Venus, todavía existente. A finales del siglo XIX la distancia se estimaba en 149.6 millones de kilómetros, con un error de 1 millón de kilómetros. En comparación, las técnicas modernas basadas en ondas de radio de sondas planetarias, como la europea Venus Express, han reducido el error a unos pocos metros.
La tercera aportación ocurrió inesperadamente durante el tránsito de 1761. Mijaíl Lomonosov, desde San Petersburgo, descubrió que Venus poseía una densa atmósfera, al observar con sorpresa como el disco de Venus estaba iluminado antes de comenzar el tránsito. Esto provocó una revolución científica e inspiró a numerosos escritores a describir Venus como un planeta húmedo, con grandes bosques, animales prehistóricos…, imagen que perduró durante décadas hasta era de la exploración planetaria, en los años sesenta.
La más reciente aportación de los tránsitos de Venus es el estudio de planetas extrasolares. En 2004 los científicos se concentraban en medir la variación de la curva de luz solar al paso de Venus. Esta técnica, aplicada en el estudio de otras estrellas de la galaxia, está revolucionando el conocimiento de sus sistemas solares, especialmente en el descubrimiento de planetas de tamaño similar al terrestre.
Venus, el lucero del alba, se ha desvelado en las últimas décadas como un planeta único. Fue el más visitado en los comienzos de la era espacial, con más de 40 misiones rusas y americanas, para desvelar qué se escondía en esa atmósfera anunciada por Lomonosov. La paradoja de Venus reside en que es considerado el planeta gemelo a la Tierra, por su tamaño, composición y posición en el sistema solar, y porque debieron ser muy similares en el sistema solar primitivo. Y sin embargo actualmente son completamente diferentes. La composición de la atmósfera es casi por entero CO2. Una densa capa de nubes de corrosivo ácido sulfúrico cubre el planeta. La superficie es un horno a unos 500 grados centígrados, temperatura a la que el plomo se licua. Y la presión es 90 veces superior a la terrestre, como la ejercida en el mar a 900 metros de profundidad.
Europa posee el único ingenio robótico estudiando actualmente el planeta. La sonda Venus Express, de la Agencia Espacial Europea (ESA) lleva seis años en órbita. Aparte del estudio diario de la atmósfera, Venus Express ha obtenido la primera confirmación de volcanismo reciente en Venus, relámpagos en su atmósfera, imágenes de las enormes tormentas que azotan continuamente sus polos, e información del efecto invernadero. Es de destacar, también, la contribución que se hace desde España a esta misión. Por una parte, los datos de la sonda Venus Express nos llegan diariamente a la Tierra gracias la antena de 35 metros de la estación de espacio profundo de la ESA en Cebreros (Ávila); por otro lado, las operaciones científicas de la misión Venus Express se realizan desde el centro de astronomía espacial de la ESA, ESAC, en Villanueva de la Cañada, en la Comunidad de Madrid.
Durante el tránsito del 6 de Junio, la Venus Express realizará estudios únicos complementarios a las observaciones que se realizarán desde Tierra.

Miguel Pérez Ayúcar es el coordinador del equipo de operaciones científicas de la misión Venus Express de la ESA desde el centro de ESAC.

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