La Biblioteca Pública de Estocolmo ("Stockholms stadsbibliotek") es un edificio cilíndrico situado en Estocolmo, Suecia, diseñado por el arquitecto sueco Erik Gunnar Asplund. La biblioteca fue preparada a partir de 1918 por un comité en el que formó parte Asplund.
La construcción comenzó en 1924, y fue terminada en 1928. Se trata de uno de los edificios más notables de Estocolmo y una de las obras más importantes de Asplund. De hecho, en Suecia fue la primera biblioteca pública en aplicar el principio de estanterías abiertas. El visitante puede elegir los libros sin necesidad de solicitar la asistencia del personal de la biblioteca, un concepto que Asplund estudió en EE.UU., durante la construcción de la biblioteca. Había un grupo de jóvenes arquitectos y artistas alrededor de Asplund que colaboraron en el proyecto de construcción. Todos los muebles en todas las habitaciones fueron diseñados por su situación y usos específicos.
El parque con su gran estanque, al sur de la biblioteca también fue diseñado por Asplund y terminado en 1931. La biblioteca se completó en 1932 con un ala al oeste que remató la plaza desde el edificio.
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Paisajes magistrales
Una biblioteca, un cementerio, una iglesia. En Estocolmo, las huellas de Asplund y Lewerentz fascinan
I. E. MALUENDA/E. ENCABO SEGUÍ - 01/06/2012
Los rastros de los arquitectos Erik Gunnar Asplund y Sigurd Lewerentz puntúan de norte a sur la ciudad de Estocolmo. Y pese a que las realizaciones de ambos se reparten por toda Suecia -la peregrinación a Gotemburgo, al edificio de los juzgados de Asplund, y a Klippan, a la iglesia de San Pedro de Lewerentz, es obligatoria para conversos-, sus edificios en la capital pueden leerse como una biografía construida, cuyo carácter cambiante refleja la naturaleza misma de la urbe.
Centrarse en esta pareja tiene una ventaja indiscutible: algunas de sus mejores obras se agrupan en los escasos 600 metros del tramo alto de Drottninggatan, el eje comercial más conocido de Estocolmo. La calle no solo es interesante por ello -merece una parada un edificio de oficinas de Lewerentz en las inmediaciones de la Adolf Fredriks Kyrkogard con un precioso patio ovalado-, sino también porque en su recorrido puede entenderse el cambio que la arquitectura contemporánea sufrió en Suecia a raíz de la Exposición de Estocolmo de 1930, en la que Erik Gunnar Asplund ejerció de arquitecto jefe y proyectista de los edificios emblemáticos. Y aunque por el carácter efímero de la muestra se hayan perdido -se concentraban en la isla de Djurgarden, apetecible en todo caso-, sus efectos son visibles en calles como Drottninggatan, donde Asplund abandonó el imaginativo lenguaje clásico que caracteriza, por ejemplo, al interior del cine Skandia (1922-1923, en la esquina con Apelbergsgatan) para replicar el funcionalismo que se extendía por toda Europa.
El resultado de esa transformación (que parece reunir en un solo arquitecto a dos personas diferentes) también se aprecia, por ejemplo, en los antiguos almacenes Bredenberg (1933-1935): un paralelepípedo de ventanas alargadas y estructura vista en fachada de clara vocación utilitaria. Al final de la calle, en el parque del Observatorio, encontramos precisamente la obra que marca este periodo de transición: la Biblioteca Pública de Estocolmo. La entrada debe realizarse desde Sveavägen subiendo la escalinata, a través de un corredor alto y oscuro que asciende hacia la luz de la sala de préstamos: este enorme cilindro que caracteriza al edificio alberga un espacio fascinante en cuyas paredes se escalonan anillos de estanterías. Decíamos que es una obra a caballo entre esos dos momentos; y aunque en su mayor parte esté construida antes de la década de los treinta, es heredera del depurado clasicismo nórdico. El alzado oeste (que completa el perímetro cuadrado del edificio) pertenece ya a esa etapa posterior, como muestran la interrupción del friso de la fachada y la desnudez ornamental interior.
Drottninggatan es apenas un apunte. Existe, sin embargo, una obra clave que podría entenderse como una buena síntesis de la carrera de nuestros arquitectos. El Cementerio Sur de Estocolmo (Skogskyrkogarden; metro directo desde el centro de la ciudad) fue el concurso que los unió al inicio de sus carreras, en 1915, y el que los enemistó para siempre, a principios de los treinta, cuando Lewerentz abandonó la obra, y donde Asplund -fallecido en 1940 al poco de la terminación del crematorio y las tres capillas (Fe, Esperanza y Santa Cruz)- se encuentra inhumado. Una visita a nuestros camposantos ibéricos sirve para apreciar su singularidad: frente a las "ciudades de los muertos" parceladas en tumbas, que demuestran la posición social del difunto basada en la riqueza de la sepultura, Asplund y Lewerentz contrapusieron un mar de la tranquilidad, dotado de un aura casi metafísica. Las lápidas, entre un bosque de pinos, mantienen un aspecto uniforme (poca altura, piedra oscura...). Y los que allí son enterrados se igualan en la muerte. Importante: para entrar en las extraordinarias iglesias menores realizadas por Asplund (Capilla del Bosque) y Lewerentz (Capilla de la Resurrección) en los años veinte, conviene apuntarse a las visitas guiadas que los domingos organiza el Museo de la Ciudad (Slussen), un paseo detallado por este paisaje magistral.
El arco vital de Lewerentz se amplía aún en el sur, en Björkhagen, donde se encuentra, junto a la estación del T-Bana y en medio de una extraordinaria arboleda, una de las obras mayores de su última etapa: la iglesia de St. Marks (1956-1960). Este conjunto parroquial, conmovedor en su sobriedad, se construyó bajo la estricta condición de no partir ni uno solo de los ladrillos que componían su fábrica. Los detalles parecen hablar aquí más de un centro comunal que de una institución religiosa: la fuente con pequeños peldaños para que los niños puedan beber sin ayuda, la pérgola de madera que cubre el acceso a los locales, las salas de reuniones con sus lucernarios... Piezas dispares, pero coherentes en su suma, que hacen difícil explicar esta obra desde lo estrictamente racional.
Pese a que muchos de los edificios aquí citados van camino del siglo, su conservación es aún excelente. Siguen en uso, en ocasiones muy intenso, sin confundir memoria con nostalgia. La extraordinaria cultura urbana de Estocolmo se manifiesta en el cuidado con el que han sido preservados como un valioso legado cívico.
» Inmaculada E. Maluenda y Enrique Encabo Seguí son arquitectos.
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