Llego a casa ahora después de disfrutar de la representación de Carmina Burana en el Auditorio de Tenerife, interpretada magníficamente por la Orquesta Filarmónica de Gran Canaria dirigida por Pedro Halffter, el Orfeón Pamplonés y escenografía y montaje de La Fura dels Baus. El espectáculo, como cabía suponer, fue grandioso, tal y como lo es la partitura, y podría parecer que Karl Orff hubiera compuesto la cantata para esta particular compañía teatral. El auditorio repleto, las entradas agotadas tanto en las funciones de Las Palmas como en las de Tenerife y una hora y media de disfrute absoluto.
En la fila trasera de mi asiento se sentaba un nutrido grupo de señoras, ya talluditas, a las que le sonaba lo de Carmina Burana pero que no lograban entenderlo del todo. Se preguntaban quién era la tal Carmina y qué podría significar una cosa u otra de lo que acontecía sobre el escenaio. Al final estaban contentas de lo que habían visto aunque, reconocía una de ellas, mucho mucho no había entendido. Esta es la magia de la música clásica y del teatro.
En la fila trasera de mi asiento se sentaba un nutrido grupo de señoras, ya talluditas, a las que le sonaba lo de Carmina Burana pero que no lograban entenderlo del todo. Se preguntaban quién era la tal Carmina y qué podría significar una cosa u otra de lo que acontecía sobre el escenaio. Al final estaban contentas de lo que habían visto aunque, reconocía una de ellas, mucho mucho no había entendido. Esta es la magia de la música clásica y del teatro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario