Que cuiden ellas, señor obispo
Por: Carmen Morán. 24 de enero de 2012
Acostumbrados como estamos en este país a las doctrinas de la Santa Madre Iglesia, uno puede pensar que interpretará sus mensajes como Dios manda, por más crípticos que resulten a veces. Pero... el obispo de Tarragona, Jaume Pujol Balcells, ha dejado en sus últimas declaraciones una adivinanza, a saber: "A las mujeres de mi iglesia siempre les digo lo mismo: a quien tienes que cuidar más es a tu marido, él es el hijo más pequeño de la casa. Ya sabéis por qué lo digo". ¡Zape!
Pues yo no lo entiendo. Pero se puede interpretar. ¿El hijo pequeño es el más mimado, al que hay que concederle todos los caprichos, consentirle todos sus desmanes porque el pobre no sabe lo que hace? O sea, que si vuelve tarde y con explicaciones balbuceantes ha de mirársele con cara de 'pero qué travieso que eres, anda, marcha para la cama' y aquí paz y después gloria. El niño pequeño quizá es el más inconsciente y no se le pueden encargar tareas que no podrá desempeñar, véase cuidar a los verdaderos hijos pequeños... "Lo tienen que cuidar, no se puede descuidar", añadió el obispo.
He llamado a un amigo que comparte la fe con el prelado, ambos comulgan con el Opus Dei, por ver si aportaba más luz en este asunto. Y dice que el hombre y la mujer unidos en matrimonio acaban siendo una sola persona, o carne, y por tanto es lo que más hay que cuidar, porque los hijos no son más que un regalo que acaba abandonando el nido para formar otra familia, así que, más vale que el matrimonio se cuide él solito. Y él intrerpreta que lo dicho por el obispo tanto monta que monta tanto para la mujer como para el hombre. Sin embargo, Pujol Balcells solo se lo dice a las "mujeres de su iglesia" y en el templo habrá también hombres, digo yo. En fin, que esta teoría puede ser digerible si no rezumara el clásico machismo de la Iglesia católica (y de todas las demás). El machismo de la jerarquía católica no precisa interpretaciones, es claro como el agua, no tiene pudor ni se anda con tapujos.
Para calibrar el machismo hay una prueba útil e infalible: la homofobia. Así se lo enseñan a los niños desde pequeños: esto es lo que pueden o no pueden hacer los varoncitos y esto es lo propio de las señoritas. Evitan así que los hombres puedan tener comportamientos que les acerquen al mundo femenino, como cuidar a las muñecas, por ejemplo. Y el obispo no ha tirado de adivinanzas cuando ha hablado de los gais: "Su comportamiento no es adecuado ni para ellos ni para la sociedad". Homófobo, luego machista. Así que, que cuiden ellas, al más grande como al más pequeño, llámese marido o hijo. Ahora lo entiendo, señor obispo.
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