domingo, 7 de diciembre de 2025

MÚSICA Y LETRA


Se saben la musiquita
Hemos aceptado que con soltar de vez en cuando el término patriarcado o decir cada dos minutos “valencianos y valencianas” algunos políticos ya han ganado el aprobado, aunque sepamos que su comportamiento es inaceptable.
Elvira Lindo, 07.12.2025

Llevamos décadas tarareando canciones cuyas letras desconocemos, bien porque están en otro idioma, bien porque se insertan en nuestro cerebro fonéticamente. Siempre se dijo aquello de saberse la musiquita, pero no la letrita. Algo de eso pasa con el discurso feminista. Hemos puesto tanto celo en que los camaradas tararearan la música con espíritu entusiasta, duplicando géneros y no permitiéndose usar genéricos ni en los momentos críticos, hemos fiado tanto al lenguaje, que lo hemos convertido en un salvoconducto. Y sí, se han aprendido la musiquita, han incluido ciertos términos estrella en su discurso, como los niños cuando íbamos a misa. Tan enraizadas están en mi memoria las réplicas de los oficios religiosos que hoy puedo asistir a misa y ser una más de la parroquia. Porque solo tú eres santo, solo Tú Señor, solo Tú, Altísimo Jesucristo, con el Espíritu Santo en la gloria de Dios Padre. Es ahora cuando presto atención al sentido de aquella cantinela repetida cada domingo. Así mismo, de memorieta, algunos de ellos se han aprendido los términos con los que trufarán su mitin dominguero, y aquí paz y después gloria. Y algunas de ellas, como ya hemos visto, secundarán con aplausos lo que sus chicos entonan y se darán fraternalmente la paz, porque no es plato de gusto ondear la bandera del feminismo y que mientras haya por ahí unos cuantos rijosos metiendo mano a las nuevas generaciones. Guapas y preparadas, dicen que eran las elegidas en el casting del calenturiento Salazar. Se viene repitiendo en las tertulias que era una afrenta que unas jóvenes “preparadas” tuvieran que aguantar el baboseo del jefe. En fin, siempre se nos cuela un poco de clasismo en la jugada. Vaya, aunque hubiera sido la mujer de la limpieza y sin estudios.

Convengamos que el caso Salazar no es aislado, al fin y al cabo, era el tercer candidato para ser la mano derecha del presidente en el partido. Ese puesto está maldito, habría que cambiarle el nombre o elegir a una mujer, dado que la experiencia nos dice que somos capaces de ostentar poder sin andar rijosamente manoseando becarios. Se saben la musiquita, sí, demuestran tener oído, y así nosotras hemos aceptado que con soltar de vez en cuando el término patriarcado o decir cada dos minutos “valencianos y valencianas” ya han ganado el aprobado, aunque sepamos que su comportamiento es inaceptable. Pero la vieja y rocosa costumbre nos dice que mientras uno custodie al jefe con lealtad y lo proteja del prójimo, lo del acoso a las jóvenes camaradas, guapas y preparadas, es secundario. Y se diría que esta permisividad es en el fondo compartida por mujeres con años y experiencia porque en vez de abordar el asunto, haciendo uso del poder que ostentan, lo eluden, y cuando han de dar públicas explicaciones de su inacción apelan al protagonismo indiscutible del partido en la implantación del feminismo en España. De acuerdo, con un matiz: hace ya mucho rato que sabemos que los derechos comienzan por demostrarse en el ámbito doméstico. Es de primero de feminismo.

No es el acoso sexual o la condescendencia algo que corresponda solo a un partido. Los guarros, que diría Feijóo, no entienden de siglas sino de poder. No puede hacer alarde de proteger a las mujeres (el verbo proteger les encanta) quien acuerda cancelar ayudas a las víctimas de violencia machista. Todos los partidos han de hacérselo mirar, porque todos han sufrido su ceguera, conviene recordarlo, aunque duela más en quien quiebra la ética que lo distingue. Acabo con unos versos de Raquel Vázquez, reciente premio Loewe: “9.48, una mirada/ sobre tus piernas, pliegas hacia el suelo los ojos. / 10.23, arreglas de nuevo otro problema/ al compañero torpe que cobra más que tú./ 15.14, debes sonreír/ al enésimo chiste sin gracia de tu jefe. / 19.40, un halago lascivo/ ensucia el aire, no/ te giras, te concentras en caminar más rápido”.

Podéis ir en paz.

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