Cualquiera que lo haya experimentado, y posiblemente quien no también, saben que una mudanza es de las cosas más estresantes que podemos hacer en nuestra vida. La razón de ella da lo mismo, pero cuando se deriva de una muerte la cosa empeora porque se unen los sentimientos de pérdida. El cerebro es listo y rápidamente acepta que las cosas son sólo eso, cosas, e igual que vinieron se van. Los lugares donde vivimos, al fin y al cabo, son los que nosotros hacemos, grandes o pequeños, momentáneos o eternos. En mi caso particular estos últimos ¿7 años? han pasado en un tris y los recuerdos perdurarán toda la vida, sin duda, al ser los últimos años compartidos con mis padres. Otra prueba palpable más de la impermanencia y de nuestra exigüidad.
Menos mal que las penas compartidas son menos, no sé cómo hubiera pasado por esto solo. La foto es de antes de anoche, ayer la habitación quedó vacía.

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