Buenos días. Hoy viernes, empieza el fin de semana, yo escuchando los pajaritos de mi vecino que te alegran el despertar, más cantores que los de Viena. Seguimos mis hermanos y yo desmantelando la casa de mis padres, ardua tarea. Ahora pasamos a la fase muebles grandes, todo un problema porque nadie los quiere, a nadie le caben. Parece que algunos podrían haber encontrado un nuevo hogar, pero son los menos, mientras la biblioteca sigue esperando su recogida por la Filmoteca. Así vamos; si una mudanza es altamente estresante, una de despedida lo es más.
Leo el periódico como cada mañana y vuelve a preocuparme la situación política, que no el país. Ignoro el aguante sobrenatural que debe tener Pedro Sánchez para encajar cada puñetazo que le dan.
"Señor, protégeme de mis amigos que de mis enemigos me libro yo"(Voltaire o Napoleón, a saber).
Ahora estamos en otro nuevo acto de esta obra, ya no sabe uno en cuál y si nos acercamos al último o si ni siquiera hemos llegado al descanso. Parece que la aerolínea Plus Ultra pudiera haber blanqueado dinero de Venezuela con parte del rescate del Gobierno español, Cerdán y el SEPI en otra esquina del escenario, miembros del PSOE que dimiten en cascada por los acosos que no cesan... Todo ello, a modo de vodevil, viendo como entran y salen del escenario Urdangarin con sus prometidas memorias a punto de salir (éstas no sólo las pienso leer sino que las promocionaré porque, seguro, el establishment no lo hará como así ha sido con las del emérito) y como penúltima sorpresa el laboratorio villano "Bellaterra" con sus jabalíes inoculados con el virus de la peste porcina. Y estos son sólo los que aparecen en el programa del teatro, nada de los actores secundarios que también aparecen y desaparecen, como la esposa y el hermano, o los técnicos como el novio iluminador o la voz en OFF.
Sentados en esta sala de teatro que es España, las ciudades iluminadas navideñamente como si no hubiera un mañana, las corporaciones municipales haciendo lo propio ya pensando en las próximas elecciones, T oteando el horizonte y por el otro lado más de lo mismo. En medio, nosotros todos, expectantes.
Cuán sabio Abraracúrcix, temiendo que el cielo cayera sobre sus cabezas, aunque mañana, como muy pronto.
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