Algo así me ocurre con otros países, pongamos por ejemplo a Estados Unidos y a Israel. Ahora, embarcados ambos en sendas guerras a su manera, o mejor dicho a la manera de Uno y de Otro, lo más fácil es recurrir a la frase de siempre: todos son iguales.
No, todos no son iguales, en absoluto. Si bien las reglas de la democracia son las que son y, además, en muchos países presidencialistas el poder del ídem es casi ilimitado, no debemos olvidar que tanto en EEUU como en Israel hay voces disidentes, muchas voces. Como me dijo un amigo americano, "no es apatía ni dejadez, es impotencia lo que sentimos todos. La incredulidad y la impotencia es lo que nos ha dejado paralizados."
Estas palabras dan mucho para reflexionar, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
Estados Unidos es un país increíble e inmenso. He tenido la suerte de viajar allí en muchas ocasiones, tanto a casi todas las grandes ciudades como a sus Parques Nacionales. Ya sea en avión, recorriéndolo en coche o en tren, el país te ofrece prácticamente de todo, además de tener una oferta cultural inmensa. Decir que todos los americanos son iguales es faltar a la verdad, como en todos sitios hay de todo y generalizar no es nunca una buena idea, entre otras cosas porque no es verdad.
En Israel sólo he estado una vez, pero no sólo me gustó lo que vi sino que daba gusto ver en Jerusalén a todas las culturas mezcladas y en aparente paz. Un país con tanta y tan rica Historia que está condenado a entenderse, ésta es la única opción final, el entendimiento y la paz.
Cada vez se escuchan más voces críticas de intelectuales, tanto de Estados Unidos como de Israel; personajes que difieren de las políticas actuales y de los políticos; escritores, exdiplomáticos, figuras relevantes todas, alzan su voz para abrir nuestros ojos ante lo que tenemos encima.
Tenemos mucho para reflexionar.
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