Cualquiera que asista normalmente a la ópera o a conciertos de música clásica sabe que la media de edad es, digamos, tirando a la ancianidad. Por otro lado, para saber que a los políticos, en general, la cultura les importa poco o nada no hace falta ser muy avispado, ésta es otra verdad fácilmente demostrable. Pues bien, anoche se unieron estos dos hechos irrefutables para terminar indignándome.
Concierto de temporada de la Orquesta Sinfónica de Tenerife en el Auditorio de Santa Cruz, renombrado por mi como "La Calatravada". Aparco la moto dos manzanas antes porque había quedado para hablar con unos amigos y me encuentro que no sólo las aceras de las manzanas colindantes sino los pasos de peatones habían desaparecido tras innumerables vallas de obra, de manera que tuve que jugarme la vida para cruzar todos los carriles de la avenida en medio del tráfico. Lo logré sano y salvo para encontrarme después que el auditorio estaba tomado por un gigantesco set de cine que impedía el acceso. Para ello habían colocado dos únicos pasillos vallados en el ala izquierda del edificio que nos llevaba al interior como a vacas en un rancho del far west.
Hall, algo de conversación, baño, concierto -fantástico, por cierto-, salida y vuelta a casa. Para llegar a la moto había que cruzar de nuevo pero busqué un paso de peatones para hacerlo, en el quinto pino, y de allí sorteé vallas, coches y gente con caras serias como la mía, hasta conseguir llegar a ella de nuevo sano y salvo, a pesar de todo. Yo, a pesar de no ser un jovenzuelo, me manejo bien, pero no quiero ni pensar cómo el carcamalerío llegó a sus coches, cruzó jugándose la vida, anduvo por calzadas sin aceras entre faros luneros cascabeleros. Imagino al alcalde, que ni sabría del concierto, frotándose las manos pensando en la película que estarían grabando en el auditorio, ese edificio grandote al que debe haber ido una o ninguna vez.
No sé lo que durará el rodaje ni la obra de las manzanas cercanas al auditorio, pero como siga esto así se me van a quitar las ganas de ir a los conciertos. En otras ciudades la cosa estaría señalada perfectamente y hubieran organizado recorridos alternativos para el acceso, al fin y al cabo los que vamos a estos actos culturales son los que, de una forma u otra, mantenemos la cultura de la isla. ¿O no es así?
Apuesto lo que sea que si en vez del auditorio fuese el campo de fútbol otro gallo nos cantaría.
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