lunes, 9 de abril de 2012

OBSTINACIÓN INFUNDADA

La naturaleza del optimismo
José Oriol Rojas Martín (2012)
www.elblogoferoz.es

Me doy cuenta de lo difícil que parece construir el optimismo sin tener grandes razones para ello.
Pero también veo que seguir vivo carece de razones y de fundamento, al menos en el sentido biológico. Se trata de una característica de la naturaleza que raramente cuestionamos, columna vertebral sobre la que hemos construido todo lo que hoy somos.
El optimismo es una obstinación infundada que todo organismo vivo posee, y que se nota en la testarudez de los latidos del corazón y en el incesante vaivén de las respiraciones. Esfuerzos, que como único fin pretenden crear las condiciones para la siguiente andanada de optimismo, que nuevamente anime a respirar e impulse al corazón.
Parece entonces que para realizar el retrato robot del hombre moderno habría que decir que siendo "optimista por naturaleza", y esta es la tesis que vengo a defender, solo puede ser "pesimista por cultura", cosa nada trivial si se consideran en profundidad.
De hecho, el pesimismo es un invento moderno asociado a la creación de unas expectativas y a la frustración subsiguiente producida por su incumplimiento. El pesimismo es, como decía Seligman, el producto de un ambiente que frustra todos los intentos del individuo por tener alguna clase de control sobre él. Es vivir movido por las circunstancias y apaleado por los acontecimientos.
En nuestra cultura contamos con pesimistas ejemplares como Woody Allen y su apología de la incompetencia social, Erasmo de Rotterdam con su elogio de la locura, Spengler con su decadencia de occidente, Dante con su infierno y un largo etc, que se inicia con el redactor de "Los diez mandamientos" y termina con las "Agencias de Calificación".
Han sido muchísimos los que han negado la naturaleza optimista del hombre sano y bien integrado con su entorno, que no ha hecho del anhelo su virtud principal. Son muchos lo que se han se han empeñado en regular y prevenir la conducta de una versión tergiversada del ser humano que es profundamente pesimista. Acusándolo, sin tener en cuenta que previamente las circunstancias que habitaba eran inductoras de sus defectos. Hablo de la revolución industrial, los regímenes totalitarios o la optimización deshumanizada de la productividad.
Hablo de la violencia en las relaciones, del control de la opinión, hablo de las ciudades hacinadoras de personas y los medios de comunicación de masas. Hablo de poder.
Y de hecho, con la conjunción de estas fuerzas, se ha acabado por moldear a las personas como seres incompletos, incapaces y mal dotados para la convivencia, contribuyendo así a formalizar la noción de incompetencia, culpa y de ausencia de expectativas, en definitiva el pesimismo.
El ser humano, por naturaleza optimista, desarrolla el pesimismo cuando se enfrenta a vivir en una realidad imaginada y se le roban las consecuencias prometidas, tras tanto tiempo de esfuerzos y sacrificio.
Pero lo bueno de esto, es que para recuperar la ilusión no hacen falta formulas, ni largos discursos, basta simplemente regresar a la naturaleza, porque solo el pesimismo se nutre de razones.

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