Si ya Aldous Huxley o George Orwell en "Un mundo feliz" y "1984", respectivamente, nos auguraban un terrible futuro a todos nosotros, oh pobres mortales, es ahora Suzanne Collins y su "Los juegos del hambre" (The Hunger Games) la que nos transporta a una sociedad esclavizada y atemorizada con una curiosa manera de rendir pleitesía a lo romano, es decir, otra vuelta de tuerca al espectáculo de los gladiadores, sólo que esta vez es casi con niños y convertido en un programa de televisión.
Confieso que no he leído los libros por lo que no debo hacer comparaciones, no sabría; sí he de decir que la película me gustó, me entretuvo. Cuando uno lee se imagina las situaciones, los colores, en entorno, lo pasa por el filtro personal de cada uno hasta fijar una imagen que lo acompaña durante todo el libro. El cine te lo da hecho, no hay que pensar. Aquí los actores son guapos, los personajes pertenecientes al stablisment son histriónicos y llevados hasta los límites. Por ejemplo, el presentador del programa, el estupendo actor Stanley Tucci (creo que ya conté alguna vez que estuve sentado con él en un vagón del metro de NY), que muestra su blanca dentadura como si de vida o muerte se tratara; el mentor de los protagonistas, un borracho Woody Harrelson; el metrosexual director del show Wes Bentley que hará las delicias de esos a los que les gustan las barbas imposibles... Pero como invenrar un determinado futuro no debe ser fácil -aunque tal y como va el mundo cada vez será más obvio-, he aquí de lo ridículo que me parece la moda o la arquitectura, sacadas de otras épocas pasadas y con aspecto me muñecas.
Tendremos más Juegos del hambre, de eso estoy seguro. Ahora sólo resta esperar que a algún político de nuestra España no le dé por hacer realidad lo que en la película acontece, no sé, por eso de rebajar la población en paro...
Una guerra por la supervivencia deja a Norteamérica dividida en 13 distritos controlados por el Capitolio, un lugar donde es posible tener todo lo que uno quiera solo con chasquear los dedos. Pero llegaron los Días Oscuros, cuando los distritos lucharon por la supervivencia y por salir de la decadencia. El Capitolio, gracias a sus avanzadas tecnologías, consigue la sumisión de doce distritos y la aniquilación del decimotercero; y para que todo el mundo recuerde que los Días Oscuros no se deben repetir trae consigo "Los Juegos del Hambre", una sangrienta competencia en la que un chico y una chica de cada distrito deben luchar a muerte, sin normas: el que pierde muere, el que gana tendrá la fama de todo Panem y todas las riquezas inimaginables.
Ya pasados setenta y cuatro años de los Días Oscuros, la gente de Panem está acostumbrada a trabajar hasta agotarse y morir, pero unos pocos valientes se arriesgan a luchar y desafiar al Capitolio; Katniss Everdeen, una chica de 16 años atraviesa todos los días la alambrada del Distrito 12 para cazar en el bosque y comercializar las presas; la única salida para sobrevivir.
En la cosecha de los participantes (o tributos) de los septuagésimo cuartos Juegos del Hambre se ofrece voluntaria para salvar a su hermana Prim de una muerte segura (quien sólo tiene 12 años); ella y su compañero de distrito, Peeta Mellark, se aventuran a una arena, donde podrían morir en segundos: cada despiste es una invitación a la muerte. Todo cambia cuando Peeta y Katniss se ven obligados a fingir un amor para diversión del Capitolio, pero en un acto para quedar ambos sobrevivientes, se ven vistos como iconos de los rebeldes. Al llegar a la arena, los 24 competidores se ven envueltos en una lucha de supervivencia donde solo uno sobrevivirá.
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