martes, 1 de julio de 2025

ECHO CHAMBER

Vanexxa, *La más rica del cementerio. 
 
No me vale que nunca digas nada, que siempre estés con la boca cerrada, que no aportes ni sumes. No me vale que te hayas convertido en alguien desconocido, en una cámara de eco, en un sesgo de confirmación de catálogo. No me vale que repitas y compartas sin opinar nada de tu cosecha, no tengo redes sociales precisamente para eso. Esto no hace sino fomentar la polarización y no me vale. Quiero saber qué opinas, conocer tus argumentos para que yo tenga la oportunidad de aceptarlos o rebatirlos, que de eso se trata, ¿o no?
 
Hace años, ya trabajando como arquitecto municipal, una persona del pueblo que conocía -ella no lo sabía en ese momento-, no precisamente famosa por su buen carácter (ahora me quiere mucho, por cierto), enfadada por un asunto de un asfaltado cercano a su casa, me envió un fax poniéndome de vuelta y media, insultándome, etc. Recuerdo como si fuera hoy la impotencia de no saber qué hacer, de quedarme mudo. Discutir sin argumentos deja en completa indefensión a la parte contraria y, a estas alturas del partido, no me parece una postura justa. Todos somos diferentes, he ahí la riqueza de las relaciones humanas, nos aportamos, nos complementamos, llenamos nuestras carencias con las aportaciones de las personas que conocemos, de las personas a las que queremos y nos quieren. 
 
¿De qué me sirve tu mal humor, tu enfado con la vida, tu aislamiento voluntario si cuando sumas, restas? Piensa como quieras, voto por ello, pero compártelo conmigo porque debes saber que todo lo que no se da se pierde. Dame la oportunidad, por favor, de enseñarte o de enseñarme tú a mi.
 
Hablar de política parece que nos torna peores personas, ya ni los toros ni el fútbol. Ahora la política lo salpica todo, de un lado, de otro; ya hasta echo de menos a la pobre Isabel II o al Papa Francisco, ubicuos ambos durante una buena temporada. ¿Qué podemos hacer para sacudirnos tanto mal rollo de encima? Fácil pregunta, complicada respuesta. Es tanta tanta la información que tenemos que finalmente nos decantamos por una y por otra de manera que resulta imposible tener una visión objetiva, todos nos mienten o todos nos dicen su verdad, que lo mismo es. El color del cristal con que se mira es lo que prima, así que debemos tener la actitud y la fuerza de poder cambiar de gafas. 
 
Se es del Barça o del Madrid, del PP o del PSOE, demócrata o republicano (en el caso de los norteamericanos), laborista o conservador (para los británicos), etc., ¿y por qué? La política es de esas pocas cosas que nos radicaliza, nos convierte en personas excluyentes e intransigentes con aquellos que no comparten nuestras ideas, he ahí el error. ¿Y si fuéramos capaces de ver con objetividad lo que nos ofrece un partido u otro? Ponemos sobre la mesa lo que nos importan y nos preguntamos ¿cómo va esto con estos? Bien, mal, fatal. Avances sociales, economía, trabajo, paro, bonhomía, solidaridad, lo que cada cual piense que es importante para sí, su entorno, los que nos rodean. 
¿Va bien el país? 
¿En qué le afecta a mi día a día, a mi sueldo, a mi futuro, a mis valores, a mi modo de vida, el que vote a Juanito o a Pepito? 
¿Voy a tener más derechos? 
¿Voy a perderlos tal vez? 
¿Qué piensan de mí?
¿Voy a tener que vestir uniforme o como quiera? 
Atrás quedaron las preguntas de ¿adónde vamos o quiénes somos? que tanto preocuparon a los antiguos filósofos. 
 
Insisto, date una oportunidad, abre tu mente, duda de todo, juzga lo que estimes, discute, por las cosas en tu balanza, sopesa y toma decisiones por ti mismo, cualquiera es buena. No, cualquiera no, las que atentan contra mi libertad no las respetaré, lo siento. Todas las demás por descontado. 
Sé tú, nadie puede serlo por ti.
Lady Antebellum, *Need you now.

No hay comentarios: