Caminando por los pasillos del supermercado del centro comercial, en busca de la botella grande de soja (KIKKOMAN, less salt), rica rica, me cruzo con una chica que me deja patidifuso, tenía un culo imposible, ni las Kardasian, tal que una mesilla desplegada de un avión, paralelo al suelo, enfundado en una malla gris que lo hacía aún más prominente; aquello no podía ser verdad, me dije, volviéndola a mirar a riesgo de que su maromo (omito descripción del susodicho) me dejara KO de una torta. Ese culo no era verdadero, parecía una prótesis, no por grande sino por artificial. La sombra de estas influencers llega ya a la distancia de los cipreses, ¿Alguien entiende algo?
¿Llegaremos a sobrevivir los NO tatuados o aquellos que no disfrutamos de un perfil griego de Adonis? Me lo pregunto seriamente.
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Willie Colón & Rubén Blades. *Plástico.
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