Tuve ayer dos visitas por la tarde, casi inesperadas, estupendas ambas. Primero recogieron mis amigos L y F varias cajas de ropa para regalar y, mientras resolvíamos el mundo hablando de lo humano y lo divino -más de lo primero, siempre-, llegó A, amigo mientras estudié y viví en Gran Canaria hace ya más de treinta años (Gardel diría también que ♪no es nada♪), repasando nuestra vida que fue y la actual.
Siempre un placer, alimento para el alma.
Con Angeloso, buena gente hasta decir basta -de ahí su apodo cariñoso-, recordé aquellas tardes de dibujos interminables, antesala de tantas y tantas noches sin dormir, cuando él pasaba con su bicicleta bajo mi ventana a la calle, en el primer piso del edificio "de los de Tenerife", en el barrio de Guanarteme (¡quién te ha visto y quién te ve!), y dábamos una vuelta para hablar de lo acontecido y despejarnos un poco. Los años pasan, llegan los hijos, el trabajo, el estrés, la vida misma; nosotros seguimos y esto es lo más importante.
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Manhattan Transfer, *Soul food to go.
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