España gana ante Argentina su quinta Davis en los últimos 11 años.- Nadal conquista el punto decisivo frente a un brillante Del Potro en una eliminatoria que puede despedir a una generación
JUAN JOSÉ MATEO. Sevilla 04/12/2011
Es el sello de los campeones: el argentino Juan Martín del Potro tiene tres puntos para propinar un 8-0 (6-1, 1-0, 40-0) a Rafael Nadal. Parece imposible, pero está ocurriendo. En el cuarto cruce de la final de la Copa Davis, el tandilense domina el duelo de derechazo en derechazo. El mallorquín está más tieso que la mojama. Puede elegir entre la dimisión y el sufrimiento. Su mito, claro, descansa sobre episodios como este: gana cinco puntos seguidos sobre el saque de Delpo (1-6 y 1-1 para recuperar el break cedido), extiende la brecha a 11 de 15 posibles y entonces, tras 1h 23m (¡1h23m!), gana su primer saque del partido. Debe ser el trampolín desde el que reconducir el duelo. Ahora o nunca. En media hora, Nadal transforma la pesadilla en esperanza, la noche en amanecer y la derrota en victoria: increíblemente, iguala el encuentro (1-6, 6-4) entre un griterío enfervorizado que le acompaña camino de la victoria (1-6, 6-4, 6-1 y 7-6) y de la quinta Ensaladera de España, que tumba por 3-1 a Argentina. Ningún otro equipo hace sombra a la selección en el siglo XXI.
"Ha sido un día emotivo e inolvidable", dijo Nadal, que sirvió por el partido y perdió el saque, que por tres veces se adelantó con un break en la cuarta manga y por tres veces lo cedió, que sufrió para poner su sello al duelo y luego anunció su renuncia a la Davis de 2012. "Para encarar la pretemporada, que va a ser intensa y dura, esto me da confianza, ilusión por seguir", continuó Nadal, que hasta llegar a Sevilla había vivido un 2011 marcado por el pico de su título de Roland Garros y los valles de sus seis derrotas en otras tantas finales frente al serbio Novak Djokovic. "Estoy muy feliz por el año que he tenido, que es mejor desde hace unas horas. Terminar ganando en casa hace que sea más especial", cerró el campeón, que trabajará desde el miércoles para recuperar su trono, perdido en 2011 frente a Nole.
Fue un triunfo balsámico para un tenista que se arriesgaba a despedir 2011 lleno de heridas y una victoria que apuntala el modelo del tenis español, con cinco Davis y una final desde 2000, periodo en el que sus jugadores han sumado también 12 torneos del Grand Slam. Con seis tenistas entre los 30 mejores, el equipo tiene fondo de armario y ha hecho del movimiento alrededor de la pelota su marca. Esa escuela que hace de las piernas el principal argumento, que pone énfasis en la posición, los efectos y la estrategia antes que en la pureza de los golpes, ha roto ya todos los tabúes. Igual gana el título como visitante, bajo techo y sobre cemento (Mar del Plata 2008) que en su territorio predilecto, en arcilla y al nivel del mar. En la aplastante dinámica triunfal solo hay una sombra: ¿cuál será el futuro cuando la actual generación emprenda la retirada obligada por el paso del tiempo? Hay que remontarse hasta el número 136 para encontrar un español de menos de 23 años, Pablo Carreño (20). A esa edad, los tenistas que ahora sostienen a España ya estaban en la élite.
Este es el escenario de la victoria, que es también la de todos los técnicos que construyeron un grupo sin egos y que remató Nadal. Los dos rivales compiten entre el olor de los churrascos quemados y el humo negro de las planchas de las cocinas. En Sevilla suenan las palmas españolas y rugen las gargantas argentinas. Ambas interrumpen el juego. "¡Ni allí ni aquí!", chillan los españoles, recordando a los visitantes que también perdieron en Mar del Plata. "¡Vamos, Argentina!", contestan las otras gargantas.
Del Potro lucha con una pierna vendada y los pulmones zaheridos por las 4h 45m que consumió el viernes contra David Ferrer. Pelea dejándose el alma, brillante y tremendo. Pasa un trago amargo: grogui tras ver cómo Nadal recupera terreno, encaja cinco juegos seguidos sin sumar un punto al resto cuando en el primer set el manacorense tan solo se anotó ocho con su saque. Debe de ser que Delpo ha sido doblegado en el segundo parcial. Debe de ser que tiene el corazón hecho añicos y que por eso Nadal manda en el cuarto. Debe de ser, pero no lo es, porque hasta el último segundo, imperial, el argentino se resiste a su suerte.
El número once está entre dos realidades. En una, la que le ve triunfar durante el primer set, no se encuentra con el famoso golpe liftado del español y se cruza con la pelota a la altura de su cintura. Es como ofrecer un sacrificio al más terrible de los monstruos. Una y otra vez, Del Potro machaca y machaca su derecha. Es un cóctel para el fracaso. Es la prueba de lo que separa a Nadal del resto: lejos de fijarse en el marcador (1-6), lejos de centrarse en que no ha ganado ni uno solo de sus servicios, atiende a que ha tenido ocho bolas de break y a que ya ha pasado 1h 1m de partido, veneno para Delpo.
Esa es la segunda realidad a la que se enfrenta Del Potro. Nadal empieza a hacerle daño. Baja la pelota con el revés cortado para que su adversario (1,98 metros) incline el espinazo. Aprovecha la bola bombeada con la que se defiende el tandilense para atacarle al hueco abierto con su poderosa derecha paralela. Sufre, también, en la cuarta manga. Le cuesta un mundo cerrar el cruce. De palo en palo, renace Delpo, que saca con 6-5 y 30-15 para llegar a la quinta y... descubre la diferencia entre el Nadal del cuarto set y el del primero.
Es el Nadal de las hazañas, triplemente glorioso: por su remontada, por lo mayúsculo del rival y por extender la fantástica racha de España. Son cinco títulos de la Copa Davis y otra final en los últimos 11 años. En el tenis del siglo XXI, La Roja es la que manda.
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