Viendo esta foto del enésimo Congreso del PP me vino a la cabeza la película de dinosaurios que vimos anoche: Jurasic Park: El renacer. Más de lo mismo, puro entretenimiento.
Ando leyendo uno de los últimos cómics que he comprado, El manifiesto comunista. La política y, sobre todo, el modo de hacerla ha cambiado tanto que ya no la reconozco. ¿Recuerdan las crónicas desde el Parlamento de Luis Carandell? En aquella época los políticos subían al estrado y hablaban, disertaban, comprometiéndose -a su manera- de los problemas del país y de sus fórmulas para solucionarlos. Quiero pensar que los españolitos, tú y yo entre otros, éramos lo más importante. Pero ¿en qué ha tornado la política hoy? Fácil respuesta: en el
Y TÚ MÁS.
Nosotros no importamos, la actuación de Mazón ante la DANA no importa. El paro y la economía no importan, la tranquilidad en Cataluña no importa, el 5% en armamento no importa; ni el medio ambiente, ni el calor infernal y sus récords absolutos, ni la homofobia creciente, ni la violencia de género, ni los inmigrantes que mueren en el mar, ni los que consiguen llegar a tierra y se hacinan en El Hierro ni, por supuesto, el pasado embarrado de unos y otros.
Lo único que importa es derribar al presidente, sea como sea, cualquier fórmula es lícita y válida, Aznar dixit. Un Congreso que se limita a destrozar al PSOE, a Pedro Sánchez y al Gobierno, por obra y gracia de la corrupción del inefable trío, donde los expresidentes sueltan perlas por esa boquita del tipo; "Nos jugamos la continuidad de la nación". Es tan grave esta acusación que me deja sin palabras.
No nos merecemos ni la corrupción ni esta respuesta, no somos imbéciles. Ni a la nación le pasa nada (que tire la primera piedra el partido político que no haya tenido chorizos de guante negro en sus filas), ni Pedro Sánchez es el Anticristo -por mucho que no te guste-, ni el país se ha ido a pique.
La derecha ha encontrado en el miedo la respuesta a todos los males, y echa mano de él siempre que puede. Durante la dictadura el miedo al comunismo, a los judeomasónicos, al castigo divino, y a chorradas como esas mantuvo al pueblo sumiso e ignorante, por mucho que algunos se empeñen en decir que cualquier tiempo pasado fue mejor. No, al menos el nuestro fue peor, muchísimo peor. Hoy disfrutamos de libertades impensables hace años y no podemos permitir que se dé un paso atrás.
Ignoro si Pedro Sánchez dimitirá, qué pasos dará para erradicar la corrupción en su partido, si tendremos o no elecciones cerca, pero lo que echo de menos por encima de todo es que desaparezca el "y tú más".
Quiero un país donde los partidos políticos me hablan de su programa, de lo que hacen por nosotros, del futuro, de sus fórmulas, de la realidad.
Quiero un partido que no hable de la Oposición, de lo supuestamente mal que lo hacen siempre.
Quiero partidos que dejen de usar el grito de "¡Que viene el lobo!", cuando los lobos son ellos mismos. Quiero un Presidente del Gobierno que dé una orden interna que prohíba hablar de los demás partidos para centrarse en el propio.
Quiero un país gobernado por personas amables, inteligentes y empáticas que no se dediquen a despellejar al contrincante.
Si se hace camino al andar, deja al otro retratarse a sí mismo, con hechos y céntrate en lo que nosotros necesitamos: progreso, tranquilidad, salud y avances sociales. No lo nombres, olvídalos; hazle caso a Oscar Wilde: "Que hablen de uno es espantoso. Pero hay algo peor: que no hablen".
Camina solo, vete dejando miguitas de pan en el camino y que las coja quién quiera, ya las elecciones hablarán, como dicen los cursis.
Para extinciones ya tuvimos a los dinosaurios, cambiemos el rumbo de una vez, abolamos el "y tú más" y quedémonos con el "nosotros, vosotros". Ignoremos al que nos pone la zancadilla, miremos hacia adelante, a palabras necias...
Es hora de cambiar no sólo el rumbo sino las formas. Da igual lo que digan sobre el país, lo mal que va, el precipicio al que nos vemos abocados a caer; da igual si repiten una mentira una y otra vez, si esparcen bulos cada día, si nos comparan con Venezuela. Ni ellos se lo creen, pero este mecanismo rastrero viene funcionando desde Caín y Abel, perfeccionado por los nazis el siglo pasado, multiplicado por n con las redes sociales ahora.
Lo importante no es lo que hagan o digan los demás, lo único importante es lo que haga uno por los demás y ya el tiempo se encargará de demostrarlo, estoy absolutamente convencido de ello.
"Eres lo que haces, no lo que dices", a lo que yo añadiría "también lo que no haces".
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