No tengo tiempo, acabo de darme una ducha reparadora y me voy a la cama, bueno, al sillón. Sigo aún como pollo sin cabeza, desorientado y desubicado en casa de mi madre, encajando piezas como puedo. Ya uno está viejo para volver a empezar, pero así son los cambios, no deseados -o sí-, pero necesarios muchas veces.
Llego de Oviedo esta tarde después de unos días de relax y desconexión. Paseo por la ciudad, románico, campo y algún cencerro; el taxista me dijo, antes de desearme que volviera por su tierrina, que ya casi no quedaba ganado pastando en los campos, una pena.
En esta ocasión, la disculpa del viaje había sido conocer en Centro Niemeyer en Avilés, aunque siempre está el denominador común: huir unos días del Ayuntamiento y de sus problemas que, como as meigas, haberlos haylos.
Verde que te quiero verde, Asturiaspatriaquerida, un viaje magnífico aunque corto. España siempre maravillosa.
La crónica asturiana vendrá. ¿Cuándo? chi lo sa.
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