Después de almorzar en Santa Cruz me di un largo paseo por la ciudad, con mi amiga Mayi, para terminar asado pues no me quité la chaqueta de la moto pensando en que solo iban a ser unos minutos para sacar una foto a la obra que mi hermano acaba de terminar cerca de donde estábamos tomando café. Había aparcado mi moto cerca de una preciosa Harley que rápidamente fotografié. Pasear por Santa Cruz, qué agradable sensación, aunque un poco calurosa, para qué negarlo. Mientras volvía motorizado a mi casa pensaba ¡es que he vivido toda la vida allí! Claro que eso de "toda la vida" nada de nada, que ya uno va teniendo una edad, siempre más de la deseada, y entre una cosa y otra ya la reparte entre Santa Cruz, Las Palmas, La Laguna, Pozo Izquierdo, mis viajes.
Cruzaba el túnel de "Tres de Mayo" y mientras calculaba la lista de años y me transporté sin intención alguna a Manhattan, en serio, y no porque Santa Cruz tenga algún parecido a Nueva York, más bien no, sino por la sensación de estar atravesando el East River o el Hudson bajo el agua para entrar en la vorágine de la ciudad. Un túnel, mientras es un túnel y no se tiene sensación de la entrada, que ha quedado atrás, o de salida, aún indómita, tiene ese punto de misterio que te traslada a casi cualquier lugar. Pero una cosa falla y hace que el déjà vu sea mínimo, el olor. Nueva York huele de diferente manera.
Llegué por fin a mi casa, sudando, pero con una temperatura muchísimo más agradable, un cielo casi despejado de un azul intenso y algunas nubes. ¡Qué placer volver a casa! (a pesar de no estar en Nueva York).
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