Una autopista corriente, bien iluminada, llena de coches que avanzan de manera ordenada, música en la radio, todo muy normal. De repente un coche escoge la salida de la izquierda y se adentra en una carretera secundaria, poco iluminada y flanqueada por árboles altos y frondosos que ocultan parcialmente las casas. Esto, exactamente, es lo que me pasó hace un rato volviendo del cine, sesión de las 6pm, después de ver "La visita", la última película de M. Night Shyamalan. Algo como esto, en el cine, puede ponerte en tensión esperando a que aparezca algo en la carretera, o se apaguen las farolas, un cambio repentino de cadencia en la música, etc. En la vida real no suele pasar nada, ¿o sí?
La película que vi parte de un supuesto muy simple: dos niños parten a un pueblo a visitar a sus abuelos a los que no conocen, una casa en el campo, nieve y dos personajes algo extraños. Poco a poco la historia se va complicando y tanto el espectador como los protagonistas van descubriendo las respuestas al mismo tiempo. Una serie de personajes secundarios van apareciendo sin que se sepa muy bien la razón, hasta que se entiende todo finalmente. Shyamalan vuelve a jugar con los prejuicios que tenemos todos ante determinados hechos y, así es el cine, casi nada es lo que parece.
Definitivamente me gusta el cine de este director.
NOTA. En sesiones como la de hoy, casi de matinée, me viene a la cabeza el porqué no hay que ir NUNCA al cine a estas horas, no, no no. Mi sala estaba llena de a) adolescentes, b) parejitas, c) ambos. No pararon de hablar, de explicar lo que ocurría, de reír, de gritar. Terrible.
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