SEATTLE
Puede que no sea casualidad que Bill Gates viva en Seattle. Retirado
en uno de los rincones más hermosos del país (hay que subir al observatorioSpace Needle para
contemplar la generosa geografía de las montañasCascade al este, las Olímpicas al
oeste y la bahía de Puget Sound), la presencia de Gates en el centro de la
ciudad es discreta, pero constante: basta con fijarse en los listados de
patronos en las agradecidas paredes de los museos y bibliotecas. Seattle es a
la vez la meca del grunge y el lugar donde Boeing instaló su sede.
Aquí se abrió el primer Starbucks del mundo. Y ese espíritu de contrastes casa
con el clima emprendedor de una ciudad a la que los primeros europeos llegaron
en el siglo XIX. La magnífica biblioteca públicatiene una década. Pero tiene fama
mundial. El holandés Rem Koolhaas hizo en ella untour de force. No hace
falta que sepas leer —ni mucho menos que entiendas de arquitectura— para
disfrutar de un recorrido lleno de sorpresas y luz en el que se rodean los libros
descendiendo o ascendiendo por una rampa como el que busca aparcamiento en un
garaje. Es además un lugar de inclusión. En la planta baja, uno puede tomarse
un café pagándolo. O sacarlo de un termo. Nadie dice nada. Y los mendigos
conviven (se deduce porque hay varios) con los lectores. Será que la cultura
hace posible el respeto.
SAN FRANCISCO
La gasolina es barata en Estados Unidos, pero, ojo, donde
venden gasolina venden coca-cola. Huya del tamaño XXL, aunque solo
cueste dos centavos más; de lo contrario, será la soda, y no la gasolina —o el
itinerario—, lo que determine sus paradas. Nuestra siguiente parada seria es San
Francisco. Lo ha visto tantas veces en postales, películas y hasta en
posavasos que creerá conocerlo. No se fíe. Aproveche que viaja en coche para
conducir hasta el Golden
Gate, en la parte norte, frente a Sausalito, y para ver la isla
de Alcatraz. Es casi imposible verlo sin nubes. Con más de dos kilómetros
de largo, el puente colgante más famoso del mundo fue en 1937 la mayor obra de
ingeniería. Hoy no es el más largo de su ciudad. Su ingeniero, Joseph Strauss,
fue también pionero a la hora de instalar redes de seguridad que salvaron la
vida a muchos obreros. Paradójicamente, en 2014, esas redes volvieron a
instalarse para tratar de poner fin a los suicidios (más de 1.600 en la
historia del puente) que se producían desde la ruta US101 que lo
atraviesa. Si sigue la carretera hacia los espectaculares acantilados del Big
Sur puede visitar el Hearst
Castle, el presuntuoso hogar del magnate de la prensa. Si no le gustan
las imposturas, enfrente vive una colonia de leones marinos muy fotogénicos.
Están anunciados justo antes de llegar a San Simeón..
EL GRAN CAÑÓN
Viajar en coche sirve para poder estar solo. Para llegar
hasta el Gran Cañóny aparcar en uno de los miradores alejados de los
autocares. Sirve para continuar la ruta por el paisaje-escenario que comparten
Arizona y Utah. Y para pararse a comer en elBlue Pot Café, gestionado por
indios navajos en Kayenta, de camino haciaMexican Hat. Con ventiladores en
lugar de aire acondicionado y con platos de cerámica en lugar de vasos de
plástico, es único en la zona y, naturalmente, también el más sostenible. Se
nota quién lleva años habitando el lugar. Nuestro contaminante coche también sirve
para acompañar al río Colorado durante kilómetros. Eso es posible cogiendo la
ruta secundaria 128B desde Moab, al norte de Utah. Para entonces, usted habrá
visitado los paisajes desérticos de Monument Valley —los escenarios
en los que filmaba John Ford sus películas del Oeste—. La carretera sigue
pasando por las formaciones de arena y el horizonte sigue estando despejado.
Es, todavía, un lugar detenido en el tiempo. En algún rincón, los navajos
venden sus artesanías. En Utah, cerca de Springdale, Zion Park permite
trepar por las paredes. Y unas vistas que parecen propias de un escenario de
ciencia-ficción. Uno nunca sabe dónde estará la aventura, pero intuye que no
puede haber mejor escenario para ella que estas torres de arenisca.
CHICAGO
En Chicago es fácil pasarse el primer día con la cabeza
hacia atrás mirando las alturas y la boca abierta coreando las sorpresas. Hasta
el adolescente lo corrobora. En el ranking del viaje, que vamos
elaborando en las horas muertas al volante, ha pasado a ser su ciudad favorita.
Conviene quedarse varias noches para conocer el centro y los barrios, pero
incluso una visita de 24 horas servirá para deslumbrar con la tupida vanguardia
arquitectónica que crece en el Loop —entre las vías elevadas del metro— y las
dos orillas del río Chicago. A los tradicionales Greek Town, al este; China
Town, al sur, y Oak Park, donde se crio Hemingway y donde Frank Lloyd Wright
sembró sus casas de la pradera, se une el Millennium Park, a orillas
del lago Michigan. Frente al Art Institute, uno puede sentarse a escuchar los
ensayos de la gran orquesta local en el auditorio ideado por Frank Gehry.
También puede ver cómo una escultura del catalán Jaume Plensa escupe para
refrescar a los niños, y puede incluso adentrarse en el espectacular mundo de
reflejos que el escultor Anish Kapoor hace confluir en su gran Cloud de
acero inoxidable. Urbana, cosmopolita y con dos grandes playas, puede que le
entren tentaciones de aparcar el coche aquí. Es lo que nos pasó a nosotros. Al
final del viaje, sorpresa en el ranking familiar: los hijos se
decantan por las ciudades (Chicago y San Francisco), los padres nos quedamos
con los paisajes que no cambian con el paso del tiempo. ¿Será que nos hemos
hecho viejos?
NEW YORK
http://elviajero.elpais.com/elviajero/2015/09/17/actualidad/1442483755_668894.html
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