Mañana de sábado, 8:30am, cielo azul, sol, agradable temperatura. Ese bar donde una pareja llama a la camarera por su nombre ¡Nanda! y que por supuesto ella no sabe quiénes son estos sujetos o un señor le cuenta algo al camarero, bien alto para que todos sepamos lo gracioso y ocurrente que es. Frente a la puerta del bar se forma en la calle una pequeña caravana, dos o tres coches, donde el último de la fila comienza a mover los brazos fuera de la ventanilla y a hacer sonar todos los ruidos de lkos que un coche es capaz de hacer; el primero arranca y continúan la marcha: el desesperado perdió, finalmente, veinte segundos de su aburrida vida.
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