lunes, 13 de mayo de 2013

CADA TITANIC TIENE SU ICEBERG

Pérez Reverte arrasa en la Feria del Libro de Buenos Aires
El escritor presentó su última novela ante más de mil personas que abarrotaron la mayor sala del recinto ferial.
Francisco Peregil Buenos Aires 12 MAY 2013 - 07:34 CET
http://cultura.elpais.com/cultura/2013/05/12/actualidad/1368336844_916591.html
 
A veces las respuestas más interesantes surgen de preguntas aparentemente anodinas. El periodista pregunta:
-¿Y para cuándo vas a publicar la próxima novela del capitán Alatriste?
Y el novelista responde que aún le rondan por la cabeza un par de Alatristes, pero que ya ha cumplido los 61 años y también tiene en mente una docena de historias ajenas al capitán. Calcula que sólo podrá escribir una novela cada dos años. La muerte llegará tarde o temprano, poco a poco se irá perdiendo lucidez y es preciso elegir entre Alatriste y las otras novelas.
- Cuando era niño –prosigue el escritor-, mi hermana y mi hermano se estaban ahogando en la misma playa. Tuve que decidir a quién salvaba. Pensé: voy a por José María porque es el que está más cerca. Si voy a por mi hermana, quizás nos ahogamos los tres. Fui a por mi hermano y a mi hermana se la llevó el mar y después la salvó alguien más adelante.
-¿Tu hermana te lo perdonó?
-Sí, porque mi hermana es como yo. Quiero decir con esto que en la vida hay que elegir.
El sábado por la tarde, Arturo Pérez Reverte presentó en la Feria del Libro de Buenos Aires su novela El Tango de la guardia vieja, publicada por Alfaguara, empresa perteneciente al Grupo Prisa, editor de este periódico. La sala Jorge Luis Borges, la mayor del recinto de la Sociedad Rural, donde se celebra la Feria del Libro, se llenó con mil personas. Unas trescientas tuvieron que seguir la presentación desde fuera sentadas en el suelo y en los bancos, a través de altavoces. “Ha sido el acto de mayor convocatoria de toda la Feria”, indicó la directora de la Feria del Libro, Gabriela Adamo. “Ha venido más gente incluso que en el día de la inauguración, cuando nos visitó J.M. Coetzee. Hizo una noche muy linda y era muy agradable escuchar ese acento español por los parlantes [altavoces]”, añadió Adamo.
La presentación del libro consistió en una entrevista que le hizo a Pérez Reverte su amigo, “casi hermano”, el periodista y escritor argentino Jorge Fernández-Díaz. En algunas entrevistas al novelista le preguntaron por la crisis en España. Y contestó que él no tiene reparos en criticar duramente el panorama político español, pero cuando se encuentra fuera de su país prefiere no hacerlo. Le sondearon también por la situación política de Argentina y respondió que cuando lo invitan a una casa prefiere no criticar los muebles. Así que Jorge Fernández-Díaz le preguntó sobre todo lo demás.
-¿Por qué el tango? –le dijo.
-Yo he estado en Buenos Aires hace 20 años. Y una noche bajé a tomar una copa al bar de mi hotel. Y había una pareja de jóvenes profesionales bailando. Al terminar sacaron a bailar a una pareja del público. Él sacó a una mujer de 60 años, de una belleza serena, muy elegante… Me enamoré de ella. El tanguero, que era un chico listo, vio que era muy buena bailando y la dejó lucirse. Me di cuenta de que en el tango parece que es el hombre el que domina, pero es la mujer la que teje alrededor de él una telaraña muy interesante. Y después vine otras veces a las milongas, no para turistas. Y me dediqué a mirar, mirar, mirar… Y después está mi padre. Tenía muy buena planta y bailaba muy bien. Le gustaba mucho el tango.
Fernández-Díaz le preguntó por qué tiene tanta importancia la mujer en sus obras y Pérez-Reverte le dijo que la mujer es el único héroe posible que todavía puede ofrecer historias nuevas para los narradores. “Ahora la mujer está siendo cosas que nunca fue, pero aún no ha dejado de ser coas que siempre ha sido. ¿Cómo hacer compatibles tu instinto, las costumbres, lo que exigen de ti como madre, esposa, amante… con lo que te exige la sociedad como trabajadora, luchadora? Nadie ha escrito sobre la mujer del siglo XXI todavía”.
Arturo Pérez Reverte recordó en varias ocasiones que tiene ya 61 años y que eso le ha hecho darse cuenta de que muchas palabras que uno siempre manejó con mayúsculas, como el amor, el honor, la paz, van perdiendo el tamaño y al final sólo unas cuantas merecen mantenerse en mayúsculas: dignidad, valor, serenidad, lucidez...
-¿Qué aprendiste de tus años como periodista cubriendo guerras?
-Que nos hemos olvidado de que la vida no es estar aquí conversando civilizadamente. La vida es comer, abrigarse, no tener frío, preñar a la hembra o ser preñada por el varón, tener cachorros… Eso implica crueldad. Yo he visto a Andrómaca despedirse de Héctor con el niño en brazos. Y he visto al niño llorar porque Héctor lo besaba con el casco. Y sobre todo, he mirado. Observé que cuando el universo, que es muy hijo de puta, te aplica sus crueles reglas sin piedad, la única forma que hay de afrontarlo es la entereza, la serenidad. Toda mi vida y todo mi trabajo consisten en intentar que mi último tiempo sean serenos.
-Navegas en solitario.
-A veces sí y a veces no. Pero a menudo en solitario. En el mar descubrí que es el mejor espejo de la vida. El mar no es malo en sí, pero el viento lo convierte en muy malo. Por eso te obliga a una continua vigilia, siempre tienes que estar mirando aquella nube oscura a lo lejos.
–Una vez me regalaste una especie de bola de cristal. Pertenecía al Titanic. Y me dijiste…
-Que cada Titanic tiene su Iceberg. Creo que siempre hay que tenerlo presento. El mar mata mucho, pero mata sobre todo a los imbéciles.
-También dijiste una vez que respetas a los hombres que son capaces de incendiar algo, aunque sea en la vida cotidiana.
-Yo creo que ningún ser humano es completo hasta que no tiene una Troya ardiendo a su espalda, hasta que él mismo no ha sido parte de la trama cruel de lo que es la vida. Somos crueles, egoístas, insolidarios, violentos… Pero si sobrevives a Troya puedes encontrar media docena de palabras que te hacen respetar a los seres humanos .
-¿Crees que bailamos bien el tango hoy?
-No sé, ellos sabrán.
Ahí comenzaron los aplausos.

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