Muere Neil Armstrong, el hombre que dio un gran salto para la humanidad
El primer hombre que puso un pie sobre la Luna fallece a los 82 años por complicaciones tras una operación cardíaca. Neil Armstrong, un héroe del espacio.
Alicia Rivera Madrid 25 AGO 2012 - 21:35 CET
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Neil Armstrong, el hombre que dijo la histórica frase de “es un pequeño paso para un hombre, pero un gran salto para la humanidad” el 20 de julio de 1969, al poner el pie en la Luna, falleció este sábado a los 82 años en Ohio (EE UU). A principios de este mes fue sometido a una operación de corazón en la que ese le practicó un a bypass y de la que se estaba recuperando.
Armstrong había nacido el 5 de agosto de 1930 en Wapakoneta (Ohio) y mostró desde muy joven su atracción por la aeronáutica. Inició sus estudios de Ingeniería, pero en 1949 ingresó en la Marina de Estados Unidos y participó, como piloto de combate, en la Guerra de Corea. Después terminó sus estudios de Ingeniería y fue piloto de pruebas. En 1962 entró en la NASA como astronauta.
Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins, partieron para su misión lunar el 16 de julio de 1969, ya como héroes, al menos en EE UU, y regresaron, el 24 de julio como superhéroes planetarios, sobre todo Armstrong, el primer hombre que llego a la superficie del satélite natural de la Tierra. Habían cumplido el mandato de 1961, cuando el presidente J. F. Kennedy, en plena guerra fría y en plena carrera espacial con la Unión Soviética, lanzó el desafío estadounidense de llevar a un ser humano a la Luna y traerlo sano y salvo antes de terminar la década. Pero política aparte, Armstrong fue el protagonista indiscutible de un viejo sueño de la humanidad cumplido y la cabeza visible de una epopeya tecnológica y científica que no se ha repetido en el espacio: el programa Apollo.
Tras el viaje de Armstrong, Aldrin y Collins, continuaron las misiones lunares, cada vez más complejas y más largas, a medida que la NASA tomaba confianza con sus éxitos espaciales. Pero Armstrong nunca volvió al espacio. Siguió en la NASA hasta 1971, y cuando dejó la agencia se dedicó a impartir clases de ingeniería. Pero durante toda su vida ha estado relacionado con el mundo espacial, tanto trabajando en la industria privada del sector como implicándose, cuando lo consideró oportuno, en las decisiones de política espacial estadounidense. Todavía hace un par de años, el más célebre exastronauta de la NASA, el veterano Armstrong, manifestó sus críticas a la decisión del presidente Obama de cancelar el programa Constellation con el que se estaba desarrollando una nueva familia de cohetes para viajar a la Estación Espacial Internacional.
Armstrong fue un héroe indiscutido, pero huyó cuando pudo hacerlo del primerísimo plano, de la gloria permanente y de los focos. Un hombre volcado personal y profesionalmente en su pasión aeronáutica y astronáutica, recibió todos los homenajes y condecoraciones y mantuvo la distancia de persona reservada.
En su biografía autorizada (First Man: The Life of Neil A. Armstrong) James R. Hansen cuenta que la misma frase del pequeño paso para un hombre que la humanidad escuchó en la transmisión por televisión del alunizaje fue plenamente idea suya, con la ayuda de su esposa, y no de un equipo de cerebros de la NASA que prepararan la coreografía adecuada par la gran ocasión. Toda una demostración de carácter y de personalidad en un programa tan complejo y tan integrado como el Apollo. Y tan peligroso: Nixon tenía preparadas unas frases de profunda condolencia por si el Apollo 11 fracasaba y otra lista de declaraciones adecuadas para el éxito rotundo.
Las poco más de dos horas que pasaron los dos astronautas en el suelo lunar, con su colega Collins esperando en solitario en módulo orbital, fueron intensas. Armstrong era el comandante de la misión y fue él el elegido para salir el primero del módulo Eagle y tocar el suelo lunar. Aldrin le siguió poco después. Y es curioso que Armstrong apenas tuviera de aquel viaje ya mítico el recuerdo más corriente que millones de personas conservan de sus aventuras viajeras: unas buenas fotografías suyas. La NASA siempre ha explicado que durante sus actividades en la superficie lunar, el comandante fue quien utilizó casi todo el rato la cámara, por lo que fue Aldrin el más y mejor fotografiado.
Armstrong fue la cabeza más visible, aunque no la única, de aquella década prodigiosa del espacio con el programa Apollo aunando no solo muchísimo dinero para hacer realidad el desafío del presidente Kennedy, sino también con una concentración de enormes talentos de la ciencia y la tecnología en el esfuerzo espacial. Al recibir la Medalla de Oro del Congreso de EE UU en noviembre de 2011, junto con sus colegas del Apollo 11 Aldrin y Collins, además del pionero astronauta John Glenn, Armstrong dijo que era un honor “en nombre de todos aquellos que jugaron un papel para ampliar la presencia humana más allá de la Tierra, y el conocimiento humano del Sistema Solar”.
Poco antes, el pasado verano, el hombre de la Luna había estado en España, concretamente en Tenerife, para participar en el homenaje al primer astronauta de la historia, el ruso Yuri Gagarin. Manifestó su deseo de que la civilización humana lleve al espacio “su mejor comportamiento”. Refiriéndose a la carrera espacial de la que él fue estrella indiscutida, dijo que, a su juicio, fue “la mejor, la más honesta, porque ganó la humanidad”.
Armstrong's words "That is one small step for (a) man, one giant leap for mankind," spoken on July 20, 1969, as he became the first person ever to step onto another planetary body, instantly became a part of history.
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