Me escribía mi amiga Isabel esta tarde para decirme que me notaba acelerado, que debía bajar el ritmo y esas cosas con tanto fundamento. Fácil decirlo, difícil ejecutarlo. No obstante, raudo le contesté que ya me había prescrito a mi mismo y que la medicina para la cura era la siguiente:
- Unas vacaciones en Bora Bora.
- Una noche de ópera en el Metropolitan.
- Un café en Buenos Aires.
- Tiempo para escribir.
- Ganar el Euromillón.
Ella, inteligente como es, me dijo: me refería a trabajar con más tranquilidad. Eso también, le respondí lacónico.
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