Si Juan, misociomuerto, decía que no hay proyecto chico, esta frase también podría decirse no hay problema chico.
Uno llega a una encrucijada vital por muchas razones, algunas son voluntarias -las menos-, es la realidad la que se encarga de ir colocando las piezas en el puzle.
Cuando se está en el cruce es cuando la decisión que hay que tomar puede ser obvia, casi automática, o dificultosa por lo desconocida, o por miedo. Uno le da vueltas y más vueltas a la realidad, a las consecuencias del posible cambio, a las premisas que están en juego; escuchas los consejos pedidos y aquellos que se dan gratuitamente, sin solicitarlos, lee, sopesa, consulta con la almohada, con ese Pepito Grillo interno, hasta con ángeles y demonios con soluciones rocambolescas.
Y he aquí que por fin se toma la decisión, a un lado, hacia el otro, derecha o izquierda, etc. El camino de baldosas amarillas no es nunca una opción porque nadie te asegura que te vayas a cruzar con la bruja mala o con la buena (aparece entonces la Ley de Murphy), hay que escoger uno de distinto color, pero claro, ¿qué color escoger?
Siempre se puede emular a George Kaplan y, escogido un camino con determinación o incluso sin llegar a empezar a caminar, se corre el riesgo de acabar tirado por el suelo para no ser atropellado por una avioneta, ¿o no?
La mesa está desplegada como para una nochebuena, con los añadidos laterales de madera para que quepan todos y llevarle la contraria al Gran Combo cuando nos dice que no caben tantos en casa de David. Todas las piezas del puzle casi casi han encajado dejando a la vista una foto clara, luminosa, bonita, de esas que dan optimismo. Qué bien, piensa uno ingenuo, toto ha salido bien.
Pero no exactamente, falta el último tramo, o mejor dicho el penúltimo, el otro nunca se puede contar. Pues bien, el penúltimo paso, la penúltima pieza, la del dolor de cabeza. Lo más alejado al 2+2, entramos en la fase cuántica del asunto, la de los "y si esto, y si lo otro", la teoría de cuerdas que no entiende nadie, las opciones como esa carta de 200 páginas en aquel restaurante donde es casi imposible decidir qué pedir.
Pues así estamos, saltando con esas cuerdas invisibles, sobrepasado de información, con nuevas dudas cada día, metido en un baile de fechas cada una con su propia consecuencia, vuelto loco con tortícolis permanente por no saber adónde mirar.
No hay proyecto chico, ni problema, visto lo visto, pero aún sigo pensando que la solución sí. Optimista e ingenuo que sigue siendo uno.
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El Gran Combo, *No hay cama pa'tanta gente.
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