La moda es, visto lo visto, agradecer el trabajo pase lo que pase, uno bueno, uno malo, uno pésimo; bien pagado, con nómina de esclavo, todo vale, hay que estar agradecido. Sí bwana, que dirían en las pelis de Tarzán, sí bwana, repito. Claro que, con esto de la crisis y los trabajos de mierda, discúlpenme la expresión, el acoso laboral está a la orden del día, ¿quién quiere perder su trabajo si denuncia a un jefe déspota? ¿puede uno arriesgarse?
Viene esta reflexión a colación de una conversación escuchada hace pocos días entre un jefecillo y un subordinado.
> Empleado: vino el jefazo a buscarte y parecía estar muy enfadado, salió dando un portazo.
> Jefecillo: ah, ¡eso va incluido en el sueldo!
> E: no, de eso nada.
> J: sí, que lo sepas.
Una conversación normal, de unos segundos, donde nos dejan claro que el jefe, por el mero hecho de serlo, puede comportarse como un maleducado y un déspota. Lástima no haber tenido reflejos y contestarle sí bwana.
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