Arturo Pérez Reverte: “La Guerra
Civil está resuelta, lo que no está resuelto es España”
El escritor y académico de la
lengua, autor de 'El capitán Alatriste' y 'La tabla de Flandes', conversa con Vozpópuli
sobre la Guerra Civil, tema sobre el que ha escrito un libro dirigido a los
jóvenes. España, cultura, memoria, literatura son algunos de los temas que
salen a relucir en esta entrevista.
Todo comenzó hace unos meses,
cuando Arturo Pérez-Reverte se topó con un libro de texto escolar. Lo abrió,
leyó algunos pasajes. Al llegar al capítulo dedicado a la Guerra
Civil se encontró con que Antonio
Machado aparecía descrito como un poeta brillante que murió en Francia o
que
Federico García Lorca había fallecido en la contienda. Así, sin más. Ni
rastro de las palabras exilio o son
treinta lecciones que recorren desde las causas políticas que la produjeron
hasta la Transición; treinta lecciones con las que, como explica el propio Pérez-Reverte,
intenta acercar a los más jóvenes la visión humana de una guerra que sigue
siendo desconocida y que de tan políticamente correcta en los manuales de
estudio ha terminado por vaciarse de sentido para llenarse con la litrona de la
ideología o el garrafón de los buenismos.
fusilamiento. Aquella guerra higiénica,
imprecisa y blandorra en la que las palabras oscurecen en lugar de aclarar hizo
pensar al novelista y académico, quien decidió escribir una historia de la
Guerra Civil contada para jóvenes. Y así lo hizo. El resultado
Las ilustraciones de Fernando
Vicente que acompañan
el libro publicado por Alfaguara tienen una belleza extraña: la mujer
arrodillada a la que rapan el pelo con una afeitadora un grupo de soldados de
la Falange; la cubierta de un buque en el que se hacinan, delgadísimos, hombres
y mujeres que huyen; las columnas de fugitivos que atraviesan las carreteras de
Extremadura con las tropas de los sublevados y la Legión pisándoles los
talones. Que sean hermosas no las despoja de su relato amargo y acre.
¿Realmente está resuelta la Guerra Civil? ¿Cómo se puede estar tan seguro de
tal cosa cuando ni siquiera existe un acuerdo sobre el relato que estudiarán
los niños en las escuelas? Ante esa pregunta, Pérez-Reverte no duda ni un
instante: "La Guerra Civil está
zanjada y resuelta, lo que no está resuelto es España, y como no lo hemos
conseguido, usamos todo como arma arrojadiza, como trinchera y como campo de
batalla: la religión, la memoria, la historia, los tercios de Flandes, Felipe
II, la Guerra Civil, el 98".
Anda preocupado Arturo
Pérez-Reverte por la educación de los más jóvenes. Hace un año presentó una
edición escolar del Quijote
y ahora La
Guerra Civil contada a los jóvenes (Alfaguara), ambas tienen, según él
mismo explica, un mismo propósito: servir de puerta de entrada, de iniciación.
"A los chicos hay que darles herramientas para distinguir aquello que vale
la pena de lo que no. La formación pasa por la cultura y la memoria: por qué
somos como somos, de dónde venimos, por qué ha habido una Guerra Civil. Eso es
lo que creo y lo defiendo. Por eso me expongo y doy la cara. A
veces me atacan, pero sigo haciéndolo, porque creo que tengo razón: hay que
dar a los jóvenes elementos para defenderse frente a la estupidez”, dice el
escritor.
Pérez-Reverte, el hombre que ha
estado en siete guerras como corresponsal; alguien que se hizo reportero a
causa de la literatura y decidió regresar a ella como quien recupera un origen;
el mismo al que se le da bien la polémica y que no tiene empacho alguno en
atizar a quien toque; un académico que llegó al sillón T
de los Jerónimos en 2003 y que, no contento con andar bien artillado
con esa lengua afilada, ocupa sus ratos libres en
armar a sus colegas con pistolas del siglo XIX - Javier Marías es uno de
ellos-, un pasatiempo que admite entre carcajadas rasposas, como si a la risa
pudiese salirle barba. Pocas veces rehúye Pérez-Reverte un tema, y si es
político mucho menos. En esta ocasión sin embargo el autor de El capitán
Alatriste y La tabla de Flandes parece no querer entrar al trapo de los
telediarios y el twitter, al menos no hoy, no esta vez.
-Su generación conoció la Guerra
Civil española contada por sus testigos, ahora casi todos muertos. ¿Cómo ha
cambiado, con respecto al suyo, el relato de la guerra de los jóvenes a quienes
dirige este libro?
-Yo nací doce años después de que
acabara la Guerra
Civil. Mi padre, mi abuelo, mi tío habían hecho la guerra. Toda la gente de
mi entorno había participado en ella o la había vivido. La escuché desde
pequeño. Era normal hablar en casa de ella. Aquellas cosas del tipo ‘Esto pasó
cuando la guerra’, ‘¿te acuerdas cuando no había comida?’… No se comentaba como
parte de un trauma, tampoco con rencor o dividiendo las cosas entre vencedores
y vencidos, porque vencidos fuimos todos. La guerra era evocada como un
recuerdo natural de vida. Igual que hubo una República
legítima derrocada por un golpe de Estado ilegítimo, eso es indiscutible, a
nivel de la gente de la calle eso no está tan claro. Amigos míos han tenido
padres que han estado en zonas de derechas o de izquierdas y que vivieron la
guerra donde los pilló. La guerra se vivió de una manera mucho más humana,
mucho menos maniquea de lo que la vivieron los políticos y los jefes. Por esa
razón el relato que me llegó a mí era natural. Pero esa generación ha
desaparecido. Los testigos de la guerra ya no están. Lo que ahora le llega a la
gente es una
Guerra Civil de segunda mano, que ha pasado por el filtro de los partidos
políticos, las ideologías. La guerra hay que leerla humanamente, porque si la
lees sólo políticamente caes, otra vez, en los buenos y los malos. Hubo
canallas y hubo gente noble. Por eso es importante recuperar ese relato. Y este
libro lo que intenta es situar la guerra en el nivel humano.
-En las primeras cinco líneas del
libro usted habla de la guerra como aquello que enfrentó a vecinos con vecinos,
amigos con amigos. Visto así, la lectura tiende a despolitizarse.
-¡Pero es que yo he visto guerras
civiles! He vivido siete como reportero. En Nicaragua vi gente buena en los dos
bandos: en el de los guerrilleros y en el gobierno. A los guerrilleros, que
eran supuestamente los buenos políticamente, los vi asesinar a muchas personas;
humanamente se comportaban como malos. Por eso es tan peligrosa esa división en
bandos, porque nos volvemos injustos. Por eso en este libro lo que quiero no es
discutir las causas políticas, ésas están muy claras, sino explicar lo
fundamental, lo que ignoramos: lo humano de la Guerra
Civil.
-Usted lo deja muy claro: el
golpe de Estado del 36 es el desencadenante de la guerra. Sin embargo, al
explicar el contexto de la España previa la contienda, las carencias y
tensiones hacen pensar que un enfrentamiento parecía inevitable. ¿Realmente lo
fue?
-Aquí hay que decir algo: los dos
bandos conspiraron contra la República. El alzamiento del 34 fue contra la
República y fue la izquierda quien lo hizo. Ni derecha ni izquierda querían una
república democrática. Las dos están tirando y en medio pillan a la gente
normal, que quiere diálogo, que quiere debatir, que quiere serenidad. España
era un país que venía de siglos de atraso social, político, religioso, moral…
Para cambiar eso habría hecho falta un siglo pero se quiso cambiar en tres
años. No hubo tiempo para educar ni preparar ni debatir. Saltaron el ejército
por un lado, la iglesia por otro, los movimientos extranjeros comunistas y
fascistas por otro. No dejaron que la gente buena y razonable, la gente serena
de la calle y los políticos moderados se impusieran, sino los extremos.
-Dice que a los jóvenes se les
sobreprotege al enseñarles una historia descafeinada y suavizada de la Guerra
Civil. ¿Qué ha hecho más daño las omisiones o las añadiduras?
-Las dos cosas han hecho daño,
pero el asunto es que la una lleva a la otra. Cuando a un joven formado y
preparado a quien se le ha explicado qué es la Guerra Civil, se le acerca el
manipulador o el radical de turno el que quiere utilizar el dolor legítimo de
los familiares de los que se encuentran en fosas comunes para sacar
rentabilidad política, ese joven dice ‘un momento, no me líe usted’. En cambio,
cuando un chico no tiene ninguna preparación, hasta un tuit de 140 caracteres
ingenioso puede influirlo. Se piensa que olvidando la Guerra Civil protegemos a
los jóvenes, cuando en realidad los dejamos indefensos. Machado fue un poeta
que murió en Francia, Lorca murió durante la Guerra Civil. Eso dicen los libros
de texto que leen. Y no: Machado tuvo que huir e irse al exilio y murió en
Francia y Lorca fue asesinado. Hay que decirlo así para que los jóvenes sean
conscientes del horror y el dolor de la Guerra Civil.
- Al escucharle decir que hubo
errores entre ambos bandos, uno tendería a pensar que está colocando a
republicanos y nacionales en un mismo escalón. Sin embargo, en el libro deja
muy clara la naturaleza de los excesos de cada uno.
-No los igualo, por supuesto que
no. Políticamente fue una idea fascista y antidemocrática frente a una idea
legítima, democrática y noble. Eso está clarísimo. A nivel del pueblo ya no
está tan claro. El hecho de haber luchado con los nacionales no convertía
necesariamente a alguien en fascista. Hubo quien tuvo que hacerlo porque en su
pueblo ganaron los nacionales, o porque lo reclutaron, o para que no mataran a
su madre. Lo que sí es verdad es que en ambos bandos se cometieron excesos, en ambos
bandos mataron. ¡Pero si a mi abuelo sus propios compañeros quisieron fusilarlo
una vez!
-El libro pasa del fin de la
guerra al inicio de la Segunda Guerra mundial. Sin embargo, al franquismo lo
menciona escasamente.
-Claro que lo menciono, digo que
hubo 40 años de un régimen dictatorial.
-Prácticamente lo abrevia para
saltar a la Transición y cerrar el libro con ella.
-Esta no es una historia del
franquismo contada a los jóvenes, es una
historia de la Guerra Civil contada a los jóvenes. He trabajado mucho en
este libro, leí y releí muchísimo. Detrás de cada uno de esos párrafos hay como
quince folios editados y resumidos. Está muy pensado todo. Y yo lo que quería
era contar la Guerra Civil, ése era el objetivo. Quizá –Pérez Reverte ríe-
puedo hacer uno del franquismo dedicado a los jóvenes, pero ese no era el
objetivo de este libro. El propósito era contar la Guerra Civil… En el libro
incluyo, por ejemplo, un capítulo dedicado a la mujer. Eso es fundamental.
Porque si bien no explico el franquismo directamente, explico cómo es la mujer
que produce el franquismo. Durante la República, la mujer consigue por fin un
estatus digno de persona: libertad de divorcio, libertad de trabajo… Mujeres
que se dedicaban a la política, que estaban en Las Cortes. Se había roto la
siniestra herencia de muchos siglos de iglesia, de inquisición, de sacristía y
de sujeción a todo. Cuando la mujer parece dueña de su destino, el franquismo
la barre con todo. Por eso en la Guerra Civil se ensañan especialmente contra
las mujeres. Mujeres libertarias, políticas, periodistas, escritoras, militantes
fueron rapadas, fusiladas, encarceladas, perseguidas, violadas, maltratadas,
insultadas. La principal víctima de la Guerra Civil fue la mujer. En esos tres
años de guerra y en los 40 años del franquismo perdió todo cuanto había
conseguido. Todavía hoy en el año 2015 la mujer no ha conseguido liberarse de
los grilletes que le colocó la guerra civil y el franquismo en las muñecas.
Muchos obispos y políticos quieren hoy raparlas como en el 39.
- El libro termina con la
Transición como "final feliz"; la restitución de la democracia como
desagravio. Sin embargo, a la Transición le salen ahora detractores por todas
partes.
-Sí, eso es cierto, pero hay que
matizar una cosa muy importante. La transición tiene detractores que no han
vivido la transición. Es una generación, la mayor parte de ellos, que no vivió
aquellos años. Los que sí, saben perfectamente lo que era. Había que que ver lo
que eran los militares entonces, lo difícil que era cualquier cambio, conseguir
que el Partido Comunista fuera legalizado, que hubiese libertades ciudadanas y
políticas. Visto desde hoy, no se aprecia lo que eso suponía, pero imagina la
incertidumbre ante la amenaza de un nuevo golpe de Estado.
-Pero el hecho de que los nuevos
actores no puedan o no quieran entender aquellos logros, significa algo. El
rechazo del relato de consenso de la Transición es el síntoma de algo, ¿de qué
exactamente?
-Eso ya no es asunto mío ni de
este libro. Mi misión ha sido contar la Guerra Civil. Ahora bien, lo que digo
es que la
Transición fue aquello que terminó con el franquismo y que las generaciones
de ahora, por no haberla vivido, carecen de elementos para entenderla. Es muy
distinto un político de la Transición
de uno formado ahora. Pero, como dije, yo no estoy aquí para hablar de la
transición sino de la Guerra Civil.
-¿Cree que existe todavía una
pulsión franquista en España?
-No. El
franquismo ha quedado para los nostálgicos de una ultraderecha radical.
Afortunadamente, hasta la derecha reniega del franquismo.
-¿Y la Guerra Civil? ¿Es un tema
irresuelto? ¿O acaso desconocido?
-La Guerra Civil está zanjada y
resuelta, lo que ocurre es que es desconocida. Historiadores españoles y
extranjeros se han dedicado a ella, está analizada, está estudiada. Este libro
es el resultado de todos esos que se han escrito en ese proceso. Yo no me he
inventado nada. Pero es justamente el desconocimiento lo que hace creer que
está irresuelta. Porque en verdad, la Guerra Civil está resuelta, lo que no
está resuelto es España, pero eso es otra cosa. Es un problema de siglos, de
centralismos, de periferias, de cultura, de educación, de religión, de guerra
contra el moro de ocho siglos, Europa… Intervienen muchas cosas.
- Ha dicho que escribió este
libro para que no se repitan las condiciones en las que estalló la Guerra
Civil. No quiero decir que se repetiría algo como la guerra, pero… ¿acaso la
España de hoy no está expuesta también a condiciones de enorme presión?
- Una guerra hoy es imposible.
Aquella era una España inculta, aislada del mundo, donde la injusticia era tan
atroz que era intolerable; el estado del campo y de los obreros era miserable;
había una oligarquía cerril dispuesta a no transigir en nada y a recurrir a la
fuerza para impedir los cambios. Esas condiciones ya no se dan. Lo que está por
resolver es España, y como no hemos conseguido hacerlo, todo se usa como arma
arrojadiza, como trinchera y como campo de batalla: la religión, la memoria, la
historia, los tercios de Flandes, Felipe II, la Guerra Civil, el 98, pero es
porque el problema en España.
-Dependiendo de qué tipo de arma
salen unos más perjudicados que otros
-Un arma arrojadiza es peligrosa
cuando al que se la arrojan no sabe qué es lo que está recibiendo. El peligro
es la ignorancia y la incultura…
- ¿Está usted de acuerdo con la
versión de que en la Transición comienza una versión despolitizada de lo que
pasó? ¿Fueron aquellos los años de ‘Franco no fue tan malo’?
-No. Eso es simplificarlo.
Siempre se dijo que Franco fue malo. Nadie discutió eso en la Transición.
-Me refiero a la elaboración de
un discurso al respecto.
-Esto tiene muchas
ramificaciones. Podríamos estar hablando de veinte mil facetas del problema,
pero la medular para mí radica en el hecho de que desde la Transición se ha
querido borrar la Guerra Civil de la memoria de las generaciones jóvenes, pero
no se ha conseguido. Entonces, ni se ha conseguido el objetivo y además se ha
vaciado a los jóvenes de memoria. Esa ignorancia es peligrosa, porque produce
cosas del tipo ‘Tu abuelo luchó con los nacionales, entonces es un hijo de
puta’ o ‘Mi abuelo fue rojo’… El que no tiene formación se ve sometido a esas
tensiones perversas de la política actual. Este libro busca convertirse en una
puerta que dirija a los jóvenes a otros libros.
-Pero si en los últimos diez o
quince años se han editado más libros o películas de la Guerra Civil que de
cualquier otro tema. No será una cuestión de falta de vocación para abordarla.
-No existe una sola película
sobre la Guerra Civil, ni de antes ni de ahora, que sea satisfactoria. Y sobre
los libros que se están publicando, los leen muy pocos. Primero hay que crear
al interés por leerlos.
-Sus últimos libros, la versión
escolar del Quijote y éste, tienen una abierta vocación escolar. Anda usted muy
preocupado por la formación de los jóvenes
-El espíritu de ambos libros es
el mismo: acercar a los chicos a los libros. Yo no pretendía reescribir el
Quijote, ni mucho menos. Lo mismo este libro, sólo pretendo que sea una puerta
a la Guerra Civil. Estoy convencido que un chico no motivado, sin interés ni
formación es más vulnerable. Internet es una herramienta potentísima, pero que
no jerarquiza, que no selecciona. A los chicos hay que darles herramientas para
distinguir aquello que vale la pena de lo que no y formación pasa por la
cultura y la memoria: por qué somos como somos, de dónde venimos, por qué ha
habido una Guerra Civil. Eso es lo que creo y lo defiendo. Por eso me expongo y
doy la cara. A veces me atacan, pero sigo haciéndolo, porque creo que tengo
razón: hay que dar a los jóvenes elementos para defenderse frente a la
estupidez, la ignorancia, el fanatismo y la barbarie y solamente pueden
protegerse con cultura, y con memoria, y con libros.
-La falta de la lectura nos ha
desprovisto de relatos, incluso épicos. ¿Hoy faltan héroes en nuestros relatos
colectivos? ¿Tenemos relato?
-El relato épico es necesario,
pero si no hay una formación previa ese relato te puede confundir. Sólo la
cultura puede conseguir que la épica no te vuelva loco.
-¿Qué líder político actual le
parece que tiene épica?
-¿De verdad quieres que te
responda? Desde luego, épica no veo en ninguno. Pero no voy a entrar ahí,
porque estamos hablando de la Guerra Civil contada a los jóvenes. Cuando vengan
las elecciones hablaremos de eso.
-Se lo planteo de otra forma,
¿faltan grandes relatos en el quehacer político?
-Lo que falta es cultura. El
problema fundamental en España es un problema de conocimiento, de debate
intelectual, de memoria. Es un problema de elites, en el buen sentido de la palabra:
elites que planteen debates importantes que despierten conciencias. Fue un
problema antes y sigue siendo ahora: falta cultura.
-El periodismo sería el vehículo
ideal. ¿Cómo siente que se ha comportado el periodismo en esa tarea?
-Con todos sus defectos, que son
muchos, el periodismo es nuestra única garantía de libertad. Es lo único a lo
que le tienen miedo los políticos.
-Comenzamos hablando de una
guerra, una que ocurrió hace ya 80 años, toca cerrar con otra. La que vivimos
hoy, que parece cotidiana, permanente. Usted que ha estado en siete, que las
conoce, ¿cómo es la guerra de hoy?
-Es otra guerra. Lo que ocurre es
que ahora el ser humano es peor que antes. Lo que tenía que habernos hecho
mejores (la televisión, internet) nos ha hecho peores. Antes, el ser humano
tenía una ingenuidad moral que lo hacía amable y adorable, incluso en sus
errores. Los medios, la televisión e Internet han trabajado en el lado oscuro
del hombre: se ha vuelto más cruel cuando es cruel, más vil cuando es vil, más
cobarde cuando es cobarde, más fanático cuando es fanático. Nuestros padres y
nuestros abuelos eran mejores que nosotros.
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