La primera vez que estuve en Nueva York, hace ya demasiados años para contarlos -celebramos allí un grupo de compañeros nuestro "paso del ecuador" cuando estudiábamos arquitectura-, fue en verano, aproximadamente por esta época. La ciudad me cautivó y de hecho es la que más he visitado a lo largo de mi vida, a pesar de que estos últimos años el ritmo viajero ha decrecido por razones obvias, pero sigo planeando viajes allí porque soñar es gratis. Pues bien, recuerdo que nos recibió el Empire State, nada más salir de la boca del metro, el calor ¡y la lluvia! Una lluvia pegajosa, insistente pero de poca duración. Tuvimos lluvia varios días, y recuerdo bien la visita a Liberty Island, todos ataviados con unos impermeables amarillos en forma de ponchos, lástima haber perdido todas las fotos de aquel viaje durante la inundación de Santa Cruz del 2002. ¿Y aqué viene esto? pues a que esta tarde me vino a la cabeza aquel viaje por la situación climatológica tan extraña que tenemos sobre Canarias estos últimos días: tormentones veraniegos, gran aparato eléctrico, lluvia, calor y una humedad sofocante. ¡Ni que estuviéramos en Nueva York...
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