El corazón de la Gran Manzana
Milton Glaser, el diseñador del ‘I Love NY’, explica el
origen de su célebre icono.
Para el diseñador Milton Glaser, la complejidad y la
diversidad de experiencias que se viven a diario en Nueva York eliminan de tajo
la típica pregunta por el mejor restaurante, la mejor hamburguesa o el mejor
bar de la ciudad. Hay tantas alternativas que dar una respuesta sería inútil.
Es probable que dentro de ese caleidoscopio de sensaciones se halle el secreto
de la vitalidad de este creador de 86 años. “Si quieres mantener tu sistema
nervioso trabajando, este es el sitio. En París siempre vas a saber que estás
en París. Por el contrario, en Nueva York, nada más doblar una esquina, te
topas con un país nuevo”, afirma. Esa es la metrópolis del autor del célebre
logo I LOVE NY, nacido en el Bronx, que cuenta con entusiasmo que el próximo
invierno publicará parte importante de su obra en un libro de 400 páginas bajo
el sello de Taschen. Una edición cuyas primeras copias de lujo costarán 1.000
dólares.
La historia del Yo corazón NY es la siguiente. Frente a la
etiqueta de ciudad insegura y violenta, cercana a la Gotham de los tebeos, las
autoridades de Nueva York encargaron a Glaser, a mediados de los setenta, un
logo que reavivara el sentido de pertenencia a la ciudad. La idea era trabajar
sobre una frase que ya existía: “I love NY”. Una tarde, en un taxi que
transitaba por la calle 67, la inspiración le llegó a Glaser
y sobre un trozo arrugado de papel cambió la palabra “love” por un robusto
corazón rojo. Un cambio minúsculo que habría de estamparse para siempre en la
historia del diseño y en la memoria colectiva de la Gran Manzana.
El problema es que Glaser había enviado una propuesta
diferente unas semanas antes. “Tuve que llamar al responsable de comercio para
decirle que quería cambiar el logo”, explica por teléfono el diseñador desde su
estudio en Manhattan. “Me dijo que eso no era posible porque la junta ya lo
había aceptado y era muy difícil reunir a todos los miembros otra vez para
mostrarles la nueva propuesta. Así es que me fui directamente a su despacho.
Cuando vio la versión renovada, con el corazón en el medio, me dijo que
efectivamente estaba mejor y que haría lo posible para lograr el cambio”. Así
fue cómo una de las imágenes publicitarias más potentes de la historia estuvo a
punto de quedarse en bosquejo.
¿Dónde radica la fórmula para que haya tenido tanto éxito?
“Creo que se trata de un truco muy fácil y a la vez engañoso. Con el I
represento el yo. El corazón es el símbolo de una emoción. Y NY son las
iniciales de un sitio. Entonces, tenemos lenguaje y símbolo haciendo tres cosas
diferentes a la vez. El espectador debe desenredar el rompecabezas que
configuran una letra, un símbolo y unas iniciales. Eso es lo que lo fija en la
mente de la gente. Es fácil de descifrar y resulta familiar”.
Y tras un breve silencio, reflexiona sobre el impacto de su
trabajo: “Creo que se debe ser cauteloso con el éxito. El peligro de tener
tanto reconocimiento con un solo trabajo es que la gente suele pensar que es lo
único que has hecho. Borra toda una obra”. La campaña fue un éxito. Glaser
recibió 2.000 dólares por su trabajo. Y el Estado ha recaudado desde entonces
cientos de miles por la utilización del logo. Tras los
atentados de 11 de septiembre de 2001 se convirtió, además, en un
símbolo de resistencia para una población abatida.
Milton Glaser nació en el Bronx. Un lugar lejano en el
tiempo y en el espacio. “El jardín botánico y el zoológico del Bronx son
lugares maravillosos. Ligados a mi infancia”. Pero dice que apenas ha regresado
allí desde que comenzó a trabajar en Manhattan. Afirma que no le gusta “mirar
atrás”. Por eso resulta un poco huidizo a la hora de hablar sobre sus lugares
fetiche. A medida que fluye la conversación, sin embargo, empiezan a aflorar
las pistas. Recuerda las galerías de The Cooper Union, en el East Village,
donde estudió en el periodo universitario. También destaca como lugar de
encuentro el Union Square Café, que lamentablemente cambiará su mítica sede a
finales de este año. O el restaurante Eleven Madison Avenue, en la avenida del
mismo nombre. Explica que uno de sus trabajos favoritos ha sido el diseño de
interiores para restaurantes. Con mayor razón si los propietarios son viejos
amigos. Como es el caso de la Trattoria dell’Arte, cerca al Carnegie Hall. O
del Rainbow Room Menu, donde se le podría encontrar cualquier noche.
Glaser transmite reposo y tranquilidad. De cada trabajo
habla con mesura. Fundó también la revista New York Magazine. Ha
estado a cargo de la imagen de marcas como la cervecería Brooklyn Brewery. Sus
diseños han bajado al metro de Nueva York: los paneles en porcelana, en una
plataforma de la Astor Plaza Station, con figuras geométricas que parecen
piezas desordenadas de un rompecabezas, son obra suya. Y el rediseño del Visual
Arts Theater, en Chelsea, también corrió por su cuenta.
Uno de los encargos más recientes que ha recibido, donde se
mezcla su amor por Nueva York y su vocación por crear, fue la publicidad para
la primera parte de la última temporada de Mad Men. Inspirado en un póster de
Bob Dylan de su autoría, que fue bandera de toda una época, rescató las
siluetas y tonos psicodélicos de entonces y diseñó los carteles para la exitosa
serie.
A la hora de crear, ¿cómo encuentra la conexión entre el
logotipo y el observador? “Creo que cuando trato de dar explicaciones sobre
este tipo de asuntos estoy utilizando una parte de mi cerebro, que es la parte
racional. La otra es la parte sensible. Entonces, objetivamente, podría decirle
por qué un símbolo funciona, pero no podría explicarle por qué la gente tiene
cierta respuesta emocional, ni por qué después de haberlo visto tanto no se
hartan, ni por qué se sienten identificados con él. Esos son los misterios del
alma y del corazón. Y esos misterios no son fáciles de descubrir”.
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