Mi querido amigo: escucho Tosca, después de
meterme Manon Lescaut entre pecho y espalda; esta mañana vuelta el ordenador a
no encenderse del todo, por lo que, una vez cafeinado convenientemente, me puse
a leer unos papeleos pendientes e ininteligibles hasta que el cacharro decidió funcionar como debe
ser. Creo que es un problema del servidor al que yo llamo Nave Nodriza, que es
más lento que el caballo del malo.
Terminé ayer el pequeño proyecto en el que andaba metido y sobre las 22:30 estaba enviando los documentos para su visado telemático, el consiguiente
whatsapp al propietario para contarle la buena nueva, una ducha reparadora, algo de cena y unos veinte minutos de tele, esta
vez de nuevo Rebeca, en concreto justo cuando encuentran el cadáver de la
susodicha.
Esta película, recurrente entre mis visionados, es una joya sin duda
alguna. Los actores son magníficos ¡qué puedo decirte de Lawrence Olivier! aunque
mi preferida es sin duda Joan Fontaine, que está impresionante, tan compungida
y sumisa toda la película. O la señora Danvers, posiblemente la primera gran lesbiana de la historia del cine, cuando le dice a la nueva Sra. De Winter (nunca se conoce su nombre), en el cuarto de Rebeca, que no hubo ni hombre ni
mujer que pudieran con ella, solo el mar...
Por otro lado, antes, en Montecarlo, Maxim le dice a ella, justo después de recibir el sí al pedirle que se case con él: "ahora que ya nos casamos,
sírveme el café, dos terrones, igual que con el té, acuérdate de ello". Machismo de la época.
O la cara de ella bajando las escaleras
disfrazada de Carolina de Winter, otra escena impresionante, feliz como una
perdiz hasta que la hermana, el cuñado y el mismo Maxim la miran con cara de odio
mientras Beatriz pronuncia ¡Rebeca!
Desde luego Hitchcock era un genio (y
vamos a darle también un voto de confianza a Daphne Du Maurier, por supuesto),
logra que la protagonista absoluta sea una muerta que no sale en ningún momento
pero que está presente en cada segundo de la cinta. Disfruto de la película
cada vez que la veo. Respecto al libro, tengo un ejemplar de mi madre, pequeño,
grueso, con tapa de piel verde oliva y hojas de papel cebolla, como los de
antes, que es una gozada leerlo. Podría aventurarme de nuevo, mmmm. Ah, parece
que Manderley existe, sí, pero no en Inglaterra sino en Irlanda.
Hasta más ver. Saludos.
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