Una mañana como otra cualquiera, hoy, llego al trabajo y al aparcar , donde casi siempre, me encuentro un coche colocado perpendicularmente a las líneas y ocupando dos plazas. Busco otro lugar, aparco y al llegar al bar para el cafecito mañanero, ingenuo de mi, pregunto por el propietario del coche blanco.
- Es mío, contesta un pibe que está fuera fumando.
- Aparcaste perpendicularmente, le dije.
Nada más, palabrita.
Nada más, palabrita.
- Yo me voy ya, ¿pasa algo?, me contestó.
- No, pasar no pasa nada.
Entro al bar, pido un cortado, no, una Coca light porque sigue haciendo mucho calor, mientras escucho la conversación del conductor con su colega: ¡me va a gobernar a mi! ¡qué se habrá creído!
Salgo, pregunto, ¿hablas conmigo?
- No, me dice, no hablo contigo.
Vuelvo a la barra, bebo, abro el libro para leer un rato como cada mañana.
Se respira violencia en el ambiente, ¿cómo puede alguien ponerse a la defensiva por una chorrada como ésta, además habiendo aparcado mal?
Tanta beligerancia y tan temprano. Mal estamos.
Y mientras tanto miro la vida pasar.
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