miércoles, 15 de febrero de 2012

LORD JIM

A mi amigo le gusta leer a los clásicos, así que me he embarcado con él en la lectura conjunta de la estupenda novela de Joseph Conrad "Lord Jim". Quería comprar una edición de bolsillo pues la biblioteca de mi salón está ya repleta -es lo que tiene no vivir en una mansión tipo Downton Abbey con sala de biblioteca propia y gigantesca-, y al llamar a la librería para interesarme por una edición precisa me encuentro a una interlucutora que me pregunta:
> ¿Lor qué?
> ¿y cómo se escribe?
> ¿Jim como suena?
> ¿Joseph qué...?
No obstante al final logré encargar mi edición y espero poder recogerla mañana y empezar a disfrutar de Conrad durante los días carnavaleros.
Lord Jim
Publicado por Ariodante y Rodrigo

Esta es la historia de una Caída, una Expiación, y una Purificación, una Segunda Oportunidad. Jim es un marino que lleva una mancha en su pasado: ha cometido un acto de cobardía, ha secundado el abandono por la oficialidad de un barco que parecía condenado ahundirse, el Patna, colmado de peregrinos musulmanes. (Conrad se basa en hechos reales: la historia del vapor Jeddah, que tuvo lugar en el verano de 1880). El barco no se hundió, y los culpables de abandono fueron juzgados. Jim, a diferencia de los otros,busca el castigo para paliar su culpa. Pero los hechos dejan su huella sobre él; no los puede olvidar. Jim vive desde entonces una vida errante, tratando de escapar del recuerdo culpable y de la mirada sombría de los hombres.
Joseph Conrad, escritor de origen polaco, británico de adopción, marino durante su juventud y buceador del alma humana en sus múltiples relatos y novelas, nos presenta esta historia, donde afloran sus distintas experiencias en el archipiélago malayo, que recorrió múltiples veces en sus viajes.
La primera parte de la obra consiste en el relato, más o menos indirecto, de los hechos que originan la Caída y la posterior Expiación: el abandono del Patna y sus consecuencias; el juicio, al que Jim se presenta voluntariamente; su degradación por dictamen del tribunal; su encuentro con Marlow, quien asiste al juicio y pronto concibe una atracción, un impulso paternal y amistoso hacia el enigmático joven, del que se convertirá en confidente. Es justamente desde esta posición privilegiada que Marlow oficia de narrador. Según este personaje –alter ego de Conrad-, Jim “era un joven perdido, inutilizado, uno de tantos entre un millón a él semejantes; pero era uno de los nuestros.”
Jim es un joven con grandes aspiraciones. Desde niño había imaginado grandes hazañas, aventuras y peligros en los que él resultaría vencedor. Proviene de una familia religiosa, encabezada por un pobre párroco inglés que “no concibe más que una fe y una sola norma de conducta”.El honor, para Jim, es código supremo. Sin embargo, el destino le juega una mala pasada: justo cuando tiene oportunidad de realizar sus sueños de heroísmo, una grieta en su carácter lo hace partícipe de la referida acción, el abandono del Patna.Su conciencia le hace buscar el castigo y la expiación.
El problema es que una vez expuesto a la luz su pecado, no puede deshacerse de esa mancha, que le persigue allá donde va, hasta el momento en que ya no sabe qué hacer, se hunde más y más en el abismo de su acción pasada, que se torna presente continuamente. Lo dramático de la situación es la contraposición entre sus aspiraciones, su ideal de vida y los hechos en los que se ha visto involucrado. Para Jim es un fracaso vital, un fracaso de sus expectativas, que le hunde profundamente, le deja sin norte. Comienza de este modo un angustioso periplo por distintos trabajos y puertos, siempre a la defensiva, siempre mirando a sus espaldas. Allá donde intenta salir adelante, siempre hay alguien que le recuerda su pasada flaqueza, con lo que Jim ha de desplazarse de nuevo. Necesita otra oportunidad para lavar su pecado, para demostrar que ha aprendido la lección. Le es imprescindible mostrar que es capaz de ser fiel, de ser valiente, de que se puede confiar en él. Y sobre todo, necesita mostrárselo a sí mismo. Y no puede volver a su país: para ello había de tener la conciencia tranquila, ya que volver con los suyos era algo así como rendir cuentas, según Conrad.
En Jim el castigo asume la forma de huida, un escapar del mundo y de sí mismo. Y es que, tras el fracaso,sus sueños de gloria se han desmoronado. Cuando el azar –¿o es el destino?- le ha deparado oportunidades propicias a la resolución y el arrojo (la primera fue en su época de cadete), en vez de aprovecharlas, falla estrepitosamente. Ha llegado la hora del castigo: puesto que no será objeto de aclamación por sus semejantes -y ha estado en su mano lograrlo-, se obliga a excluirse de sus simpatías y a confinarse como un paria moral –con lo que, digamos de paso, se nos vuelve admirable en su lacerada dignidad: su ideal ético era elevadísimo, románticamente riguroso, y lo será hasta el final. Puesto que no ha sabido honrarlo, se asigna a sí mismo un lugar miserable entre los hombres; esto, en vez de escudarse en pretextos acomodaticios-. Así pues, cada vez que asoma el espectro del Patna, el espectro de su culpa, Jim larga velas sin que nadie sepa por qué –en efecto, nadie asocia al diligente aunque reservado joven con la aciaga memoria del buque, excepto Marlow-. Y acaba ocultándose del ‘exterior’ en la jungla de Patusán, en donde todos ignoran su pasado y todos lo veneran –salvo un funesto personaje, Cornelius-. En Patusán no sólo renacen los sueños de Jim, sino que los realiza. Jamás se plantea la posibilidad de volver al mundo de fuera. ¿Para qué, si allí es un paria, mientras que acá es ya un héroe? Con todo, la huida resulta una quimera: cuando la cree al fin consumada, clausurado su pasado y expurgada la culpa, el mundo exterior le da alcance, lo desengaña, remitiéndole un ominoso y acusador agente en la persona del pirata Brown.
Digamos algo sobre los nombres que entretanto han surgido, concernientes a la segunda parte de la novela. Patusán es el país ficticio en que Jim se recluye, donde imperan por una parte el corrupto rajá Allang y su aliado el bandido Alí y por otra, el honorable Doramín, jefe del partido opuesto al rajá. Jim, siempre vestido de blanco –símbolo de la pureza y de la inocencia- de la cabeza a los pies, se convierte por su valentía en una leyenda viviente, al librarles del malvado Alí y someter al rajá. Los indígenas, en agradecimiento y como señal de respeto,lo llaman Tuan (Lord) Jim.
Cornelius es un personaje resentido, antiguo representante de los negocios de Stein (un potentado y amigo de Marlow, por cuyo intermedio arribara Jim a Patusán). Mezquino y cobarde, Cornelius detesta al recién llegado. Tiene una hijastra de nombre Joya (Jewel), obsesionada por la idea del abandono, que acabará siendo pareja de Jim.La relación amorosa establecida entre ambos es una profunda pasión en la que, mientras Jim está seguro de su amor y de su fidelidad, ella vive angustiada, temiendo su partida constantemente, recordando el ejemplo de su madre, abandonada a su vez por otro hombre blanco, que, como suelen hacer los que viven muchos años en ultramar, finalmente retorna a su país, a los suyos.
Finalmente, pero no menos importante, Brown, ‘el Caballero Brown’ –según gusta de hacerse llamar-.Se trata de un forajido, pirata y traficante de armas temido en los mares orientales, ahora en trance de decadencia. En mala hora llega a Patusán con su nefasta banda amenazando la paz y el bienestar reinantes, cual bandada de cuervos de mal augurio. Sin proponérselo, puesto que lo ignora todo de Jim, obliga al protagonista a encarar -una vez más- su pasado culpable. (El hado, parece decirnos Conrad, es inmisericorde y sus instrumentos, ciegos.) Ante el bandido,Jim siente compasión porque Brown le hace rememorar su falta y por ello ser comprensivo con los pecados ajenos: él también es un pecador, y ningún esfuerzo parece asegurarle la redención en vida.
De este modo el final se precipita, con el asalto de los bandidos, la matanza, la muerte del amigo querido, Dain Waris, el hijo de Doramín, y Jim ve tambalear su posición. Es el responsable de lo sucedido, puesto que él ha tomado la decisión de liberar a los bandidos. Sin embargo, no ha olvidado su pasado y ha aprendido la lección. Esta vez permanece en su puesto. Asume su responsabilidad y planta cara a su destino, la muerte. Marlow nos lo cuenta:
“Abandona a una mujer llena de vida, para celebrar su implacable boda con un fantasma: el ideal de conducta que a sí mismo se trazó. ¿Estará ahora satisfecho, completamente satisfecho?, me pregunto yo. Bien deberíamos saberlo. Es uno de los nuestros…”
Uno de los nuestros. Esta es una frase que, a guisa de leitmotiv, se repite en diversos pasajes de la novela. Jim lo es, uno de los nuestros: alguien que, a pesar de sus fracasos y sobre todo por su redención final, comparte con sus compatriotas, con quienes se presume serán los lectores privilegiados de la novela –personas de formación occidental y sobre todo ingleses o británicos-, y con el propio autorun mismo código ético y una misma forma de comprender y posicionarse en el mundo. Para Conrad, el hecho de haberse expatriado de su Polonia natal, el de haber servido en la marina británica y el de escribir en el idioma de su patria adoptiva parecen inducirlo a una cierta inseguridad. Al hacer de Jim un representante de esta Inglaterra que es su segunda patria –y representante, por extensión, de la civilización occidental-; al apropiarse de dicha fórmula (‘uno de los nuestros’) por mediación de Marlow, el escritor se identifica más que nunca con un nosotros –el de Marlow, el de sus oyentes/lectores, el del malogrado Jim-bien definido, admirable y gratamente protector.
“Lord Jim” es una de las novelas que conforman el volumen ‘Los libros de Marlow’, en que Editorial Edhasa reúne las cuatro obras escritas por Joseph Conrad con Marlow como narrador. Las otras tres son las siguientes: “Juventud”, “El corazón de las tinieblas” y “Azar”.

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