Las múltiples caras de la máscara
Anonymous destapa datos personales de supuestos partidarios de la 'ley Sinde'. Las redes sociales se incendian. Llueven apoyos. Y críticas. Incluso entre los ciberactivistas. Cuatro 'anons' hablan para EL PAÍS.
JOSEBA ELOLA 05/02/2012
El viernes 17 de diciembre de 2010, a cuatro días de la votación de la ley Sinde en el Congreso de los Diputados, J. convocó una manifestación de protesta contra la legislación antidescargas en la plaza de la Constitución, de Málaga. Acudieron dos personas: J. y G. "Yo soy mani y tú, festación", le dijo J. a su compañero. Se pusieron la careta de Guy Fawkes, popularizada por la película V de Vendetta, ante la estupefacta mirada de los siete policías locales desplazados para controlar la concentración. Los agentes observaban sorprendidos a los dos tipos de la extraña careta.
Ha pasado poco más de un año, un año y un mes, y la careta se ha convertido en un icono internacional asociado a un movimiento: Anonymous, un ejército inaprensible, heterogéneo y líquido de activistas y hacktivistas que saltan de la red a la calle con sus máscaras. El último zarpazo de los anons se produjo el sábado 28 de enero con la publicación de los datos personales de significadas personalidades del mundo de la cultura, entre ellas, la exministra Ángeles González-Sinde y el actual titular de Educación y Cultura, José Ignacio Wert. La operación supone una vuelta de tuerca en el repertorio de acciones del movimiento. Pero no todos sus integrantes secundan esta subida de tono. Anons -que así se llaman sus miembros- hay muchos. No es una organización al uso. La máscara esconde múltiples caras.
Anonymous es un movimiento sin líderes ni portavoces. Nació a finales de los noventa. Dicen luchar por la transparencia, los derechos humanos y la libertad de expresión. Si alguien dentro del movimiento intenta destacar o da la cara, le crujen.
Cuatro días después de aquella friquiconcentración con dos manifestantes y siete agentes del orden, J. trasladó el golpe a la red. Desde el blog Anonymous Valenciano puso en marcha la operación sin Sinde, un ataque a las webs de los partidos políticos que defendían la ley antidescargas: PSOE y CiU. Faltaban 24 horas para la votación en el Congreso.
Convocó un evento de ataque en Facebook, lanzó la convocatoria a través de Twitter y entró en los canales de IRC (Internet Relay Chat) para reclutar anons que se sumaran al ataque. Unas 5.000 personas participaron en la operación. Cayeron las webs de los partidos. "Ese es el poder de Internet: la difusión de una idea depende de que sea buena. Si lo que alguien dice tiene valor, la inteligencia colectiva lo eleva. Al día siguiente, los partidos no se atrevieron a apoyar la ley Sinde". J. sonríe con orgullo al recordar aquellos días intensos. Estamos en una cafetería del centro de Málaga. Ha acudido a la cita impecablemente trajeado, con su corbata rojiza, y los papeles de un juicio bajo el brazo. J. es abogado. Tiene 35 años. No es un perfil al uso en el movimiento.
J. no apoya el último ataque de Anonymous. "Lo que hace Sinde en política es miserable, pero hay que respetar a las personas. Yo no difundí el enlace: el fin no justifica los medios".
Sí, difundir un enlace. Así de sencillo es participar en un ataque de Anonymous. A través de los canales de chat o de las cuentas de la red social Twitter que poseen los anons, se coordinan las operaciones. Cuando se trata de tumbar una web, la cosa es sencilla: un anon difunde un mensaje que incluye un enlace con el objetivo del ataque incorporado; cualquiera de sus seguidores en la red social ve el mensaje y no tiene más que hacer clic. De ese modo entra en la página de LOIC (Low Orbit Ion Cannon) una aplicación para realizar ataques de denegación de servicio, los llamados DDos. Mientras uno mantenga la página abierta, está atacando -también puede descargarse el LOIC en el ordenador-. Vamos, que participar en un ataque es abrir una pestaña.
A pesar de la épica y del lenguaje guerrillero de los mensajes, atacar una página es básicamente eso: hacer un clic. "En realidad es como participar en una manifestación", dice en una terraza de Málaga A., estudiante de Informática de 20 años: "En vez de impedir el paso a la gente por una calle, impides el paso a una página en la red. Es una pequeña herramienta para decir que algo no te parece justo". A. se estrenó como anon con el ataque a VISA de finales de diciembre de 2010. En aquellos días, el gigante financiero era una de las organizaciones que intentaba estrangular a Wikileaks por la difusión del Cablegate. A. puso su ordenador a disposición del ataque.
El programa LOIC, explica, se dedica a enviar peticiones de servicio una tras otra al servidor de la página de, pongamos, VISA. Cada vez que pide una información al servidor, este se entretiene en buscarla. El programa de LOIC se encarga por sí solo de inventar nombres de archivos que envía uno tras otro a VISA. Cuando esto lo hacen de modo coordinado muchas personas, la página cae. Así ocurrió el viernes, cuando Anonymous tumbó la página del Ministerio de Justicia griego.
Los anons constituyen un movimiento "anómalo", en palabras de A.; "parajusticiero", en boca de R.: "Somos ciudadanos cabreados que queremos mostrar nuestra disconformidad", proclama este último en una cafetería madrileña. "El descontento crece y esta es nuestra manera de canalizar el sentimiento de injusticia y odio".
Los objetivos del movimiento desde su nacimiento han sido muchos. En 2008 se afanaron contra la Iglesia de la Cienciología. Pederastas, narcos, partidos políticos y gigantes financieros han sido blanco de sus acciones.
Pero lo del sábado de la semana pasada fue otra cosa. Un golpe mucho más duro. Mucho más discutido. El malagueño A. tampoco lo apoya. "Lo feo son las formas y la intención de causar un daño personal con cierto mensaje intimidatorio. Puedes protestar contra una organización, pero jamás hay que hacer un daño personal".
En el ataque de ese sábado, Anonymous desveló el número de teléfono móvil, la dirección de correo electrónico, la dirección y hasta fotos de la casa de la exministra González-Sinde; el domicilio de su hermano; idénticos datos del actual ministro, José Ignacio Wert; de otro hermano del ministro; teléfonos y correos electrónicos de actores y directores como Ana Álvarez, Chus Gutiérrez, Carlos Bardem o el cantante David Bisbal; así como datos de productoras y personas que supuestamente apoyan la ley antidescargas finalmente aprobada bajo mandato del PP.
En el día de la operación, uno de los atacados, el actor Carlos Bardem, decidió hacer frente a Anonymous. A pecho descubierto, se embarcó en una dura e incansable batalla dialéctica en Twitter que duró varios días. Acusó a los "mascaritas" de ser unos revolucionarios de pacotilla. Les llamó nazis por castigar a aquellos que no piensan como ellos. Argumentó que la revolución no consiste en amedrentar a la gente que no piensa como tú. Sostuvo que los auténticos revolucionarios se dejan la piel y no esconden su cara.
"Sois unos cagados que jugáis desde el anonimato a ser revolucionarios. Penoso y cobarde", tuiteó el 31 de enero. En ese desigual combate dialéctico con múltiples miembros de Anonymous en Twitter se pueden apreciar las distintas posturas que hay entre los propios anons. Algunos acabaron reconociendo que el ataque no había sido acertado y pidiendo que se dejara de atosigar al actor con llamadas a su teléfono móvil. Otros, sin cortarse, se despacharon con insultos. "Se han radicalizado y se han equivocado", sostiene J. "Yo soy parte de Anonymous, pero he decidido llevar mi activismo por otro lado". La historia de este anon de 35 años que ejerce la abogacía no tiene desperdicio.
En los primeros compases del movimiento en España, hace un año, fue uno de los más combativos miembros de Anonymous. Movió el cotarro. Agitó la red. Animó desde su blog a la convocatoria de movilizaciones en toda España. A la primera acción que convocó acudieron dos personas. A la segunda, 300. Las movilizaciones crecieron como setas a lo largo del territorio. El éxito de la operación para tumbar la web de los partidos que apoyaron la ley Sinde le animó: euforia, la cosa se mueve, Anonymous está vivo en España, es el momento, pensó: hay que aguar la fiesta del cine español. Así nació la operación Goya.
Ni corto ni perezoso, impulsó la concentración frente al Teatro Real en el día de entrega de premios. Fue la primera acción notoria de los anons españoles. J. cargó un coche con 700 máscaras de Guy Fawkes y emprendió rumbo a Madrid. En un área de servicio de Granada, colgó un post en su blog convocando a la gente a la salida de la estación de metro de Ópera para repartir caretas. Su post fue rebotando por todos los rincones de la web, la viralidad hizo el resto. Cuenta que al llegar a la estación de metro madrileña había 1.000 personas esperando.
Eso sí, hubo un momento de susto previo: al aparcar el coche en el garaje de los bajos del Palacio Real, un policía le pidió a él y a sus acompañantes que abrieran el maletero del coche. El maletero en el que viajaban 700 caretas de cartón y otras tantas gomas, además de tijeras, "compradas en los chinos" para confeccionar esta operación low cost de manufacturación de máscaras in situ. Las mochilas y abrigos que cubrían el material, así como la escasa curiosidad del agente en revolver el maletero hicieron el resto. En los alrededores del metro, anons venidos de todas partes de España recogían el material y se manufacturaban la careta para acudir a la entrega de premios. Eso tuvo eco.
Pero tal fue el empuje de J. que algunos anons no le perdonaron su exceso de iniciativa. Le echaron en cara que pidiera permiso para la concentración -algo que, supuestamente, está en el código de conducta de Anonymous- sin consultar la idea con el resto de anons. Unos le aplaudieron, otros le acusaron de tener demasiado afán de liderazgo, algo que no se perdona en el movimiento. Se le acusó de no consultar. J. se echó a un lado.
Se supone que en Anonymous las decisiones se toman como fruto de un gran consenso. Los anons se reúnen en salas de chat y hacen sus propuestas. Unos y otros opinan, las decisiones de ataque se votan. Una vez consensuadas, las decisiones se trasladan a Twitter, el gran altavoz, que permite que los ataques se extiendan por la red a endiablada velocidad.
La afluencia de voces en los canales de IRC permite pensar que el número de personas que de un modo a otro se adscriben al movimiento y participan en la conversación crece. "Hace un año éramos una media de 10 personas en los canales de IRC", recuerda J. "Ahora te encuentras con más de 120". La afluencia a estas salas se ha multiplicado por 12.
R. no asistió a la votación del último ataque de Anonymous en España. Pero sí que pudo comprobar que muchos anons la secundaban en los chats. También se oyeron voces discordantes: "Habrá más filtraciones porque causan mucho impacto", dice en el salón de su piso en un barrio obrero de Madrid. "Es un acto vandálico, no es ético, pero es una violencia necesaria", agrega.
R. tiene 20 años y trabaja para empresas de seguridad informática. Aunque dice que uno no debe llamarse a sí mismo hacker, que es la comunidad la que le condecora a uno con esa etiqueta, para simplificar podríamos decir que es un hacker. Su currículum así lo atestigua. Recibió su primer ordenador a los siete años. A los 11 ya programaba. Su destreza para penetrar redes no tardó en llegar. "Pero nunca he puteado", matiza. O sea, se supone que es un hacker bueno, no de los que hackean datos de cuentas bancarias. Ha sido capaz de entrar en los sistemas de una importante red social y un banco. Cuando halla vulnerabilidades en un sistema, lo comunica a la empresa afectada y le da 72 horas para que resuelva el problema. "Si no, publico esa vulnerabilidad, a menos que sea muy grave". Así funcionan los hackers.
Sostiene que las acciones pacíficas ya no funcionan y que por eso cabe esperar acciones más violentas por parte de Anonymous. La ley SOPA -stop online piracy act, la ley Sinde estadounidense- y la desarticulación de Megaupload son dos golpes fuertes a los que Anonymous debe contestar. "No nos podemos quedar quietos", sostiene. "Nuestras acciones son un término medio entre tirarle un cóctel molotov a un policía y quedarnos sentados en el sofá. Vamos a empezar a ser un poco más violentos".
Ni él ni su compinche Lolo, estudiante de Antropología Social y Cultural en la Universidad Complutense, estiman que el último ataque haya sido tan grave. "Viendo los datos que se han publicado, no lo veo tan relevante. Es un aviso", dice Lolo.
-¿Pero no es eso una manera de amenazar a las personas?
-Ese es un poco el juego. Es un aviso. Pero no se quiere llegar a más.
Hace un año las decisiones se tomaban en salas de chat más abiertas, en las que podía entrar todo el mundo, cuenta J., el anon que impulsó el ataque contra las webs de los partidos políticos. Todo el mundo incluye a la policía, claro.
Esas salas de han ido cerrando y a ellas ya solo se puede acceder mediante invitación del administrador de la página. Eso ha supuesto que las decisiones y votaciones queden en manos de menos anons. "Pero, de todas formas, si a la gente no le gusta una acción, cuando llega a salas más abiertas la gente no tiene problema en tumbarla", explica J.
La publicación de datos personales de supuestos defensores de la ley Sinde y las consiguientes llamadas y el temor que han generado entre los afectados no han hecho otra cosa que multiplicar el número de voces críticas con este tipo de ataques. "Una gran parte del mundo hacktivista considera que estas acciones sobrepasan los límites", manifiesta Pablo Soto, el programador español que fue llevado a juicio por las discográficas por crear programas de intercambio de archivos P2P. "Publicar los datos personales es algo que está fuera de los límites de lo que es el hacktivismo y la filosofía hacker".
R. dice que es más que posible que los siguientes pasos del movimiento se encaminen hacia acciones contra los bancos. El miércoles pasado, a las 14.43, la conversación en una de las salas de chat del canal Anonymous hispano giraba en torno a las llamadas "participaciones preferentes". Anons como James, Sócrates y Thunder se conectaban para participar en la conversación.
En los foros del movimiento ya se están cocinando los próximos golpes. Habrá nueva edición de la operación Goya. Como ellos mismo dicen en esos anuncios de voces pixeladas y tono intimidatorio: Son legión. No perdonan. No olvidan. Espérenles. Anonymous.
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