martes, 18 de octubre de 2011

GILAD SHALIT

Fue una jornada de alegría, reencuentros y emociones intensas para palestinos e israelíes. El canje acordado entre la organización islamista Hamás y el Gobierno de Israel devolvió a casa al sargento Gilad Shalit, tras más de cinco años de encierro en algún lugar de Gaza, y liberó de la cárcel a 477 palestinos, a los que deberían seguir otros 550 en unas semanas. También fue una jornada de amenazas. Hamás prometió seguir capturando soldados israelíes para canjearlos. Benjamín Netanyahu prometió seguir “luchando contra el terrorismo”. La paz pareció tan lejana como cualquier otro día.
El complejo intercambio comenzó poco después del alba. Hacia las seis de la mañana un todoterreno escoltado por centenares de milicianos fuertemente armados se aproximó al paso fronterizo de Rafah, que separa Gaza de Egipto. A bordo viajaba el sargento Shalit. El rehén fue entregado en Rafah a una delegación egipcia. Casi al mismo tiempo, comitivas de autobuses con los presos palestinos salieron de varias cárceles israelíes en dirección a Gaza y Cisjordania. La Cruz Roja se encargó de verificar la identidad de cada uno de los excarcelados.
Ya en presencia de agentes israelíes, la delegación egipcia permitió que la televisión Nile TV entrevistara a Gilad Shalit. Esa entrevista, en la que el sargento, con ropa civil, se mostró fatigado y desorientado, irritó profundamente a muchos israelíes que la consideraron un abuso. Shalit dijo que le habían tratado bien durante el cautiverio, expresó su confianza en que el acuerdo ayudara a alcanzar la paz y deseó que todos los presos palestinos fueran liberados “si dejan de atacarnos”. Shalit apareció muy delgado y pálido, pero sin graves problemas de salud.
Después de la entrevista, el sargento fue trasladado al paso fronterizo de Kerem Shalom y entregado formalmente al Ejército israelí. Un primer examen médico confirmó que Shalit estaba en condiciones de volar y, ya de uniforme, fue embarcado en un helicóptero con destino a la base militar de Tel Hof, cerca de Tel Aviv. En el helicóptero sufrió un mareo. Los médicos que le examinaron en Tel Nof detectaron problemas de avitaminosis por privación de luz solar y algunas consecuencias de las heridas sufridas durante su captura, pero le dieron el alta.
En Tel Nof, Gilad Shalit fue recibido a pie de helicóptero por el primer ministro, Benjamín Netanyahu, con un “bienvenido a casa”. Luego fue conducido al esperado reencuentro con su padre y, ya de forma completamente privada, con el resto de su familia. “Os lo he devuelto”, proclamó Netanyahu.
El primer ministro israelí hizo una declaración ante la prensa para consolar a “las familias de víctimas del terrorismo”, varias de las cuales interpusieron un fallido recurso contra el canje ante el Tribunal Supremo, y prometió “sangre” si alguno de los palestinos liberados retomaba la violencia. “Hoy estamos todos unidos en la alegría y en el dolor”, afirmó.

Celebraciones en Gaza
En esos momentos, hacia mediodía, el Parque de las Brigadas, una de las pocas zonas despejadas en la densísima ciudad de Gaza, estaba ya abarrotado por decenas de miles de personas, quizá hasta 200.000. Desde los minaretes se había despertado a la población con cánticos de “Dios es grande” y referencias a la fiesta de bienvenida a los presos. Cientos de milicianos escoltaban la ruta por la que los autocares con los excarcelados enviados a Gaza, más de 350, se dirigían al parque. Ismail Haniya, primer ministro de Gaza y dirigente de Hamás, los recibió y saludó uno a uno con gran efusividad. “Hoy no hay presos de Hamás y presos de Fatah, hoy somos palestinos sin diferencias”, proclamó.
En los autocares faltaban dos mujeres, dos presas que se negaron a ir a Gaza e insistieron en que se las enviara a Egipto. Los exreclusos que fueron deportados a Gaza pese a proceder de Cisjordania y tener allí su casa y su familia fueron instalados provisionalmente en hoteles.
“Queremos otro Shalit”, gritaba la multitud en Gaza. Numerosos excarcelados y dirigentes de Hamás abundaron en ese mensaje: anunciaron su propósito de seguir capturando soldados israelíes hasta lograr la liberación de todos los presos. Las promesas de continuar con la lucha armada hasta la destrucción de Israel se mezclaron con las risas y los abrazos en un ambiente ruidoso y celebratorio.
En cuanto a Shalit y los suyos, tras el reencuentro en Tel Nof fueron trasladados en helicóptero a la residencia familiar de Mitzpe Hilla, al norte del país. La casa tuvo que ser acordonada por la policía para evitar que miles de personas con pancartas de bienvenida se aproximaran demasiado. Tras un par de horas, el padre salió para explicar a la prensa que su hijo acababa de comer, que se encontraba exhausto pero feliz, que apenas habían hecho otra cosa que abrazarse y que había terminado “una larga y agotadora batalla”.

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