Bienvenidos a la Gran Regresión, el retroceso que amenaza el mundo libre, donde hasta una vaquilla es una herramienta política.
Berna González Harbour, 04.01.2025
Atención, algo está ocurriendo. Quienes no acostumbramos a ver la televisión —o al menos los programas de entretenimiento en televisión— asistimos con mucha distancia al pulso entre Broncano y Motos. De alguna forma, somos bichos raros ante el aluvión de audiencia que genera cualquier noticia sobre su duelo diario. Pero hay novedades: la parrilla es el nuevo campo de batalla de la identidad, que es la madre de todas las batallas de esta era. La lucha encarnizada entre La Revuelta y El Hormiguero se ha convertido, más que los programas en sí, en el verdadero elemento de debate. No importan mucho los contenidos de uno y otro, importa la bronca.
En ese sentido, la batalla se parece mucho a la de la política: no interesa lo que los partidos lleven al Congreso, lo que contengan sus programas o sus proposiciones legales, sino los rifirrafes entre unos y otros, cuanto más cortos y empaquetables mejor para que luzcan bien en X o TikTok. Pero el choque entre el bombo y las hormigas ya ha saltado a un terreno mayor, a ese escenario en que se libran las disputas culturales de nuestro tiempo y en el que ―se siente― nos vemos obligados a enterarnos de sus polémicas.
Todo ello gracias a Hazte Oír, que ha decidido subirse a la estela de la fama de Broncano y Lalachus para conseguir titulares a mayor gloria de su causa: la organización ultraderechista denuncia a la cómica por exhibir una imagen de la vaquilla de El Gran Prix con la estética del Sagrado Corazón de Jesús en plena Nochevieja. ¿El delito? Una supuesta ofensa a los sentimientos religiosos que, como explica aquí Ángel Munarriz, no suele llegar a nada.
Personalmente, confieso que comí las uvas con TVE, animados en mi casa por la presencia de una cómica que hace bandera de un cuerpo que en nada se parece al de Cristina Pedroche. Bravo por ello y ya era hora. Al fin unas campanadas más parecidas a nosotros. Políticamente, sin embargo, descubro que en nuestro mundo ya no es suficiente con ser del Madrid o del Barça, de papá o mamá, de colegio público o privado, de izquierda o derecha o de Maliaño Alto o Bajo, sino que la polarización ha llegado al campo de juego del entretenimiento. De las uvas. De las campanadas. Y que la toxicidad de la ultraderecha alcanza hasta una vaquilla de El Gran Prix. El nivel de los debates culturales en España está logrando un vuelo gallináceo formidable. Bienvenidos a la Gran Regresión, el retroceso que amenaza un mundo libre, en donde hasta una vaquilla es una herramienta política. Mu.
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