Los humanos tenemos esa particularidad de la que carecen los animales -benditos sean-, esa que consiste en complicarlo todo innecesariamente, y ¡qué necesidad! Es lo que hay, si una fórmula puede hacerse con sumas y restas la haremos antes con raíces cuadradas y logaritmos neperianos. La solución más sencilla parece ser siempre el camino más largo y tortuoso. ¿Qué toca ahora? Después de estos tres meses de aislamiento, de soledad, de pesadilla, lo que necesitamos es amor, tan simple. Pero hasta para esto acabamos complicando la ecuación lo indecible.
¿Habremos aprendido algo con esta experiencia? Temo que mi cinismo adquirido con los años me obliga a pensar que no. El estúpido lo seguirá siendo a pesar de haberle visto las orejas al lobo. Quedarán los políticos canallas, los amigos que no han estado ni estarán a la altura, los Tulios de Moliere, los tíos Gilitos, los gánsters de las oportunidades, los miserables; quedarán las palabras vacías como lo han hecho siempre, aquellas que ni cuando mienten dicen a verdad. Ya ven, mi escalera es como tantas otras, uno sólo intenta mantenerla limpia como puede, pero cuesta. Qué pena no saber sacudirnos como lo hacen los perros -benditos sean dos veces-.
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Mina & Alberto Lupo, *Parole parole.
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