Que los políticos son un asco ya lo sabemos. Al igual que con el tiempo es un hecho que todos acabamos pareciéndonos a nuestros padres, también lo es que todos acabamos odiando a los políticos convencidos de que todos son iguales. "Por el interés de la mayoría los daños colaterales se aceptan como inevitables", nos repiten una y otra vez los guiones en el cine.
En canarias, una hora menos, no nos íbamos a salvar de esto. Desde hace ya demasiado tiempo somos receptores de miles de inmigrantes, migrantes o pobres diablos, que lo dejan todo -incluso la vida- para conseguir vivir en un mundo mejor.
Esto no se trata de ser de derechas o de izquierdas, sino de simple humanidad. Debemos hacer todos un ejercicio fácil de empatía e intentar imaginarnos cómo seríamos nosotros o qué haríamos en circunstancias similares, lanzándonos a un mar incierto, sin familia, sin amigos, sin idioma, sin futuro. Yo lo pienso y me pongo enfermo de terror.
Los occidentales, pagados de nosotros mismos, con otras preocupaciones -elevado a n si además somos políticos-, sólo vemos en esta pobre gente números y posibilidad de recabar votos, de ahí que se conviertan en cócteles molotov para lanzarse unos a otros, y otros a uno, importando las personas nada de nada.
Hoy editorial en EL PAÍS:
Tragedia en Canarias
La muerte de decenas de personas ahogadas es un duro recordatorio de la urgencia de acabar con el tacticismo político en inmigración.
Decenas de migrantes desaparecieron en el Atlántico el sábado al volcar el cayuco en el que viajaban al menos 84 personas cuando era rescatado a cuatro millas de El Hierro. Las posibilidades de hallarlas vivas son casi nulas, lo que convierte el naufragio en una de las mayores tragedias migratorias en la costa española. Este año han muerto navegando hacia el Archipiélago —sin este último suceso— 781 personas, según un programa de la ONU que solo computa los fallecimientos fehacientes. En todo 2023, que se sepa, murieron 959 personas.
El sangrante drama humano añade urgencia a la necesidad de un acuerdo político que alivie ya la situación de las islas, en especial en el caso de los menores migrantes. La capacidad de Canarias para acogerlos ha quedado desbordada notoriamente, como ha reiterado su Tribunal Superior. Los servicios de acogida llevan meses colapsados. Atienden a más de 5.500 menores cuando su capacidad máxima se halla sobre los 2.000. Ello se traduce no solo en hacinamiento, sino en casos de supuesto maltrato y atención deficiente. Estos menores ya no podían esperar más el pasado julio, cuando el PP, Vox y Junts rechazaron la reforma legal para hacer obligatorio su reparto entre todas las comunidades autónomas; ahora sus necesidades son más acuciantes. Las negociaciones en curso entre Gobierno, PP y Ejecutivo canario deben dar fruto cuanto antes, con la mirada puesta en el interés de los menores y en sus derechos. A las tres partes se les pueden hacer reproches, pero es hora de dejar la bronca política alrededor de este drama.
Ningún Gobierno y ningún país por sí solos pueden gestionar un asunto que precisa de corresponsabilidad e inteligencia y no de las recetas demagógicas a las que cada vez se abona más la ultraderecha. El PP debería reflexionar sobre la influencia que su exagerado uso de la inmigración irregular para socavar al Gobierno y quitar votos a Vox ha tenido en convertirla en el principal problema de los españoles, según el CIS, sin que lo justifique otra cosa que una pugna entre partidos torpemente cortoplacista.
Remediar la situación de los menores es lo más perentorio, pero Canarias precisa soluciones en múltiples ámbitos y con vocación de largo plazo en una cuestión ya estructural, soluciones que desbordan el ámbito nacional y en las que España debe implicar a sus socios europeos. El Archipiélago ha recibido en los nueve primeros meses de este año 30.808 inmigrantes irregulares, algo más del doble que en el mismo periodo de 2023. No obstante, las entradas irregulares por esta vía dramática son un porcentaje mínimo con respecto al grueso de los inmigrantes, que llegan por los aeropuertos y procedentes de Latinoamérica.
Pedro Sánchez comparecerá el día 9 en el Congreso, forzado por el PP, para abordar la política migratoria. Puede ser el mejor marco para abrir un nuevo tiempo ante un reto de país.
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