En Santa Cruz disfrutamos de la calatravada, un auditorio edificioescultura, -al que llaman Adán Martín pero que se conoce como Auditorio de Tenerife-, tan imponente como incómodo, donde una ópera, un concierto o un ballet se suceden sin problemas. El auditorio de Calatrava, el mismo que mató al Teatro Guimerá como el video killed the radio star, relegándolo a un segundo plano, pero que igualmente ha marcado un punto de inflexión en la cultura de la isla, un antes y un después.
En Las Palmas tenemos auditorio, sí, no de Calatrava sino de Óscar Tusquets. El interior del edificio es interesante, me gusta el juego de planos, de volúmenes. Ahora, todo el conjunto es un pastiche inconmensurable, no le falta de nada, mires donde mires encuentras algo. El posmoderno es lo que tiene. En cambio, en Las Palmas el Teatro Pérez Galdós sigue siendo la insignia de la ciudad junto con el auditorio Alfredo Kraus, teatro de la ópera y donde se celebran otros eventos culturales como el ballet. Aquí fue donde vi mi primera ópera años ha, "Semiramide" con Montserrat Caballé. No pude pedir más.
Tras este paréntesis crítico con las dos "joyas" arquitectónicas canarias de la cultura (cuatro si les sumamos sendos teatros), comentaré el concierto al que asistimos anoche en el Alfredo Kraus, el Oratorio de Navidad de Bach. Esto sí es una joya sin comillas. Precioso, como era de esperar, en un sitio estupendo donde incluso nos cruzamos con algunos amigos.
Me siento feliz habiendo ampliado mi radio de acción cultural.
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