Se escucha un sonido que rompe el silencio de mi casa, llueve. Cosa rara, infrecuente pero agradable, igual me animo y me voy a dar un baño a la pequeña playa, donde han construido unas escaleras que entran en el mar y que son una bendición por su comodidad.
Empieza a llover cuando subo de la calle hace unos minutos. El gato de la zona se llama "Medianoche", y no es nuestro ni del vecino de al lado ni del de enfrente, es de todos. En cada portal hay un pequeño comedero y agua lista para este gato rollizo al que todos mimamos y, como buen gato, sólo a veces se deja acariciar. Lo vi atravesando el solar y bajé a abrirle la puerta por si venía con hambre y así parecía, entró en casa con su parsimonia y se quedó abajo diez minutos saboreando su pienso de pollo y verduras. Mientras daba buena cuenta me senté en las escaleras pensando en Miguel Hernández y en el artículo de Muñoz Molina que acababa de leer. Justo ayer subía yo un modesto pensamiento acerca del futuro 50 aniversario de la muerte de Franco, generalísimo y dictador tras el cruento golpe de estado y la posterior guerra civil en el año 1936.
Recordaba a mi antepasado José Carlos Schwartz, alcalde republicano de Santa Cruz de Tenerife y desaparecido desde aquel día; mi prima Mercedes, su nieta, no ha cesado en su empeño de recuperar su cuerpo, aún sin resultados. Ella, Presidenta de la Memoria Histórica de Tenerife, luchadora empedernida por la causa, continúa sin pausa a pesar de tener a gigantes por enemigos.
Medianoche, Miguel Hernández, Muñoz Molina, Franco y José Carlos, el último alcalde republicano, todos en el mismo saco y en mi cabeza, quién lo hubiera dicho.
¡No a la guerra!
¡Viva la democracia!
¡No nos moverán!
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