viernes, 11 de octubre de 2024

MOVE THE BODY, HEAL THE MIND


¿Puede el ejercicio físico sanar la mente?
Un libro reúne pruebas acerca de los beneficios de la actividad física sobre el bienestar del cerebro, un vínculo comprobado pero que aún no se aplica lo suficiente en los tratamientos contra algunas enfermedades.
Daniel Mediavilla, 27.05.2022

Los seres humanos han tenido, desde que existen, una forma de sobrevivir distinta de las de otros animales, adaptando el mundo en lo posible a sus necesidades en lugar de amoldarse a él. Esta capacidad de transformación los ha convertido en una especie exitosa, pero el progreso no ha sido gratis. La invención de la agricultura permitió la aparición de grandes ciudades, de la literatura y de todas las glorias de la civilización, pero también redujo drásticamente la variedad de la alimentación y ató a la mayoría al cultivo de la tierra. En las últimas décadas, la aceleración del progreso tecnológico y el sedentarismo han multiplicado las tasas de obesidad y diabetes, la vida moderna parece incrementar los problemas de salud mental y los dispositivos electrónicos están destrozando el sueño. En un libro de publicación reciente, Jennifer Heisz, especialista en salud del cerebro en la Universidad McMaster, en Ontario (Canadá), ofrece una respuesta casi universal a todos estos problemas de la civilización: el ejercicio físico.

En Move the Body, Heal the Mind (Mueve el cuerpo, sana la mente), Heisz hace una propuesta que mezcla la fe del converso, el atractivo del “a mí me funciona” y la justificación científica, y que puede explicar por qué tantas personas, en particular las que comienzan ya en la madurez con el deporte, hablan de ello como una experiencia transformadora. La científica, que ahora pilota el NeurofitLab en su universidad, un laboratorio dedicado a evaluar los beneficios del ejercicio en la salud mental, cuenta cómo el deporte, al que se aficionó rondando los 40, le ayudó en un momento de crisis vital tras una separación. Tanto, que incluso reorientó el foco de su investigación desde otros aspectos de la neurociencia hacia la investigación de los efectos del movimiento en el cerebro. “Mi enfoque práctico y basado en pruebas”, promete, “te ayudará a mejorar tu salud cerebral a través del ejercicio”. Y añade: “Estarás completamente equipado con una serie de habilidades para el ejercicio que te ayudarán a lograr más resistencia, una perspectiva más positiva, a estar más centrado, ser más productivo y tener relaciones más satisfactorias. ¡Sí, puedes tenerlo todo!”

Pese a este optimismo desmesurado, Heisz comienza explicando, en parte, por qué hacer ejercicio puede ser tan costoso, en particular al principio. Por primera vez en la historia de la humanidad, el exceso de alimentos es más peligroso que su falta, y durante cientos de miles de años la inclinación a evitar gastos inútiles y a aprovechar cualquier fuente de energía disponible pudieron ser factores positivos para la supervivencia y la transmisión de los genes a la siguiente generación. Sin embargo, en un mundo de abundancia y vidas prolongadas, esas inclinaciones se convierten en lastres. Se calcula que cada año mueren en el mundo un millón y medio de personas por diabetes, una enfermedad casi ausente de las sociedades preindustriales. Un artículo que apareció este año en la revista PNAS planteaba incluso que el valor de los abuelos en la crianza de sus nietos favoreció que los humanos pudieran mantener un buen estado físico después de rebasar sus mejores años reproductivos, y también que el ejercicio sea tan positivo en edades avanzadas.

En su alegato en favor del movimiento, Heisz recuerda que es una “medicina” en la que cada uno debe encontrar el punto justo de esfuerzo, sin compararse con los demás, y asegura que, según los datos obtenidos en su laboratorio, un ejercicio ligero como caminar durante media hora tres veces a la semana reduce la ansiedad, y que los beneficios se pueden incrementar progresivamente aumentando la intensidad o la duración de las sesiones. Más adelante, la investigadora recuerda estudios como un trabajo publicado en The American Journal of Psychiatry, en 2018, que calculó que al menos un 12% de los futuros casos de depresión se evitarían si todo el mundo hiciese un ejercicio leve o moderado al menos una hora a la semana. Este estudio muestra también las limitaciones de los trabajos que investigan la relación entre el ejercicio y la mejor salud mental, porque los beneficios que se encontraron en la depresión no se hallaron frente a la ansiedad.

La directora del NeurofitLab plantea también la posibilidad de sustituir, al menos en algunos casos, los fármacos antidepresivos por ejercicio. Este tipo de medicamentos, cuyo consumo se incrementó en España en un 6% entre 2020 y 2021, se han recetado con una frecuencia cada vez mayor en las últimas dos décadas, “especialmente para formas leves de depresión que pueden no llegar a cumplir los criterios clínicos”, afirma Heisz. Para estos trastornos leves del ánimo, la investigadora cree que es mejor asumir que un cierto nivel de malestar puede superarse sin necesidad de fármacos. En parte, porque se asume que “unos bajos niveles de serotonina causan todos los trastornos del ánimo”, y eso no es cierto y hace que para un porcentaje importante de las personas con depresión o ansiedad los fármacos creados con esta premisa no sean eficaces.

Para Heisz, la producción durante el ejercicio del neuropéptido Y, relacionado con una mayor resistencia a la ansiedad, o los efectos antiinflamatorios de la actividad física, que rebajarían la inflamación crónica que se ha relacionado con muchos cuadros depresivos, podrían explicar los efectos positivos del deporte en este tipo de trastornos mentales. Aunque existen estudios que sustentan la posibilidad de efectos ansiolíticos o antidepresivos del deporte, incluso comparados con los antidepresivos para algunos pacientes, no siempre ha sido fácil encontrar unos efectos claros o una relación de causalidad, o discernir hasta qué punto la persona capaz de superar un mal momento emocional para salir a correr no estaba tan grave en realidad. Algunos estudios recientes, no obstante, sí están logrando establecer ese vínculo robusto y causal entre el ejercicio y un menor riesgo de sufrir depresión.

No hay comentarios: